Si tuviera que elegir un final de libro que recordar, sería el de Un puñado de polvo. No sólo yo, parece: tan tumbativo fue ese final, que Waugh tuvo que escribir otro (está en la colección de Cuentos), bastante anodino, por lo que recuerdo, interesante pero con el personaje vuelto a una situación perfectamente aburrida, aunque respetable y en Londres.
Ahora que lo pienso, los dos finales son como una encarnación de formas de purgatorio para el protagonista, castigado no por mal tipo, sino -la novela la leí hace años, ahora no me acuerdo bien- por abúlico.
El final primero, tremendo, se sitúa en Guayana, en medio de la selva, con el protagonista leyéndole capítulos de novelas de Dickens a un tal Mr. Todd:
Ahora que lo pienso, los dos finales son como una encarnación de formas de purgatorio para el protagonista, castigado no por mal tipo, sino -la novela la leí hace años, ahora no me acuerdo bien- por abúlico.
El final primero, tremendo, se sitúa en Guayana, en medio de la selva, con el protagonista leyéndole capítulos de novelas de Dickens a un tal Mr. Todd:
We will not have any Dickens today... but tomorrow, and the day after that, and the day after that. Let us read Little Dorrit again. There are passages in that book I can never hear without the temptation to weepParece que Waugh hizo dos viajes allí y visitó en ambas ocasiones una misión jesuita. Resulta que se han conservado las notas de uno de los misioneros, la fuente -me parece- de ese final.
No tendremos Dickens hoy ... sino mañana y pasado mañana y al día siguiente. Leamos otra vez La pequeña Dorrit. Hay pasajes de ese libro que no puedo oír sin la tentación de llorar.
Fue en esa segunda estancia cuando Waugh empezó a leer la colección de Dickens del padre Mather y en ello redescubrió temporalmente la alegría de leer por placer.
Gracias por el enlace, muy interesante. Qué gracia que hasta ese final de novela tan impactante sea en cierto modo autobiográfico; qué cosa, la mente del novelista...
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