lunes, 26 de marzo de 2018

Lo humano irreductible



Llevo tiempo con la idea de escribir sobre qué es lo irreductiblemente humano. Aunque se pudiera explicar casi todo lo que hacemos por nuestra «animalidad», motivaciones al final y en el fondo egoístas o meros automatismos, a veces descubrimos actos humanos que destrozan esos planteamientos y contradicen esa especie de fe nihilista que nos ha dominado en Occidente, la de reducir todo a un egoísmo primordial omniabarcante.

He puesto la foto de Arnaud Beltrame, el gendarme que murió hace unos días tras intercambiarse por un rehén en un ataque de un fanático a un supermercado francés. Como Ignacio Echevarría, podría haber actuado de otro modo y no lo hizo. Me alegró mucho saber que pudo recibir la unción de enfermos antes de morir.

A mí me impresionan mucho actos así y me gustaría estar a su altura. Yo no quiero creer en el egoismo como la clave de todo lo humano. Tengo fe en que no somos así; eso no puedo demostrarlo, pero es algo que intuyo. Por eso mismo me fascinan las películas de los hermanos Dardenne, porque muestran muy bien en el ámbito de la ficción (y la ficción no tiene nada que ver con la falsedad, sino con la búsqueda de la verdad en un ámbito narrativo) a seres humanos que en situaciones difíciles se elevan a lo mejor de su humanidad. Donde otros harían novelas o películas con retratos «despiadados» y finales catastróficos que nos hundirían a todos en el pesimismo más extremo, los personajes de los Dardenne, cuando están en el extremo, a veces casi en el límite de lo humano, tienen siempre un gesto, un movimiento, un acto de voluntad mínimo que los rescata.

Uno de los motivos por los que me gusta tanto Flannery O'Connor es porque en sus novelas y en sus relatos siempre resalta justamente esto: que no somos sólo animales, que siempre hay una libertad final para elegir el bien.

Otra película en la que está muy bien explicado eso grandioso e irrreductible de lo humano es Hijo de Saúl. Es durísima, de las más duras que he visto, una película tremenda, pero logra ahí mostrar la grandeza del personaje principal, igual que el protagonista de El hijo de los Dardenne.

La clave de lo humano es saber que al final somos hijos, claro.



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