Me gustó mucho este libro. Es un relato biográfico de una familia judía de origen ruso, con paso por Paris, Viena y Londres, los antepasados del escritor, Edmund de Waal, un ceramista muy conocido y que ha escrito este libro con la delicadeza con que modela sus obras: con precisión, amor al detalle y sobre todo comprensión por todos los personajes, familiares suyos. A mí me fascinan esas familias centroeuropeas de élite, siempre un poco fuera de sitio y a la vez en el medio de todo. El hilo es la colección de netsuke japoneses que compró un antepasado suyo muy parecido al Swann de Proust (tanto que podría ser de hecho el modelo del personaje). La parte que dedica a la rama de la familia de Viena en el primer tercio del siglo XX es quizá lo mejor de todo.
Yo este verano pasado me encontré algunos netsuke en el Museo de Israel. En Oxford, en el Ashmolean, también tenían. Allí estaban las cajas lacadas (inro) que les servían de monedero y que tenían en el otro extremo de la cuerda los netsuke, como botones que cerraban el inro y lo sujetaban al kimono:
Del Ashmolean es curiosamente esta foto de un netsuke, una liebre con los ojos no sé si de ámbar:
Y en esas (estoy hablando de hace unos meses), leí esta reseña, que me interesó mucho, sobre figuritas encontradas en excavaciones. Me interesó sobre todo por el cambio de enfoque respecto al positivismo, que se contentó durante decenios sólo con medirlas. La nueva actitud es preguntarse para qué servían, algo que parece evidente, pero que nadie se quiso plantear en el reino de la supuesta razón.
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