miércoles, 20 de diciembre de 2017

Jerusalén 30 - El Huerto de los Olivos

Un día estuvimos en Getsemaní, primero en la iglesia, muy bonita, donde está la roca sobre la que según la tradición Jesús se tumbó, en ese diálogo de agonía con Dios Padre que es lo más hondo de la Pasión.



Al poco de entrar, unos quizá etíopes se acercaron llevando a una anciana, que se tiró literalmente a la piedra, a rezar sobre ella. Poco después llegaron unas rusas y se arremolinaron de cabeza por los bordes, besando la piedra y pasando todo tipo de objetos por encima. Sería fácil hacer una comparación cínica con las gallinas aquí, pero ya me gustaría a mí tener la mitad de la piedad de la etíope y la cuarta parte de la de las rusas.



Toma consigo a Pedro, Santiago y Juan, y comenzó a sentir pavor y angustia. Y les dice: «Mi alma está triste hasta el punto de morir; quedaos aquí y velad.» Y adelantándose un poco, caía en tierra y suplicaba que a ser posible pasara de él aquella hora. Y decía: «¡Abbá, Padre!; todo es posible para ti; aparta de mí esta copa; pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieras tú.» (Marcos, 14, 34-36 - Bíblia Católica Online)
Allí está el Huerto de los Olivos, separadas las ramas de las manos de los peregrinos, deseosos de esquilmarlas. A nosotros, el franciscano que cuida la gruta cercana donde se sitúa la traición de Judas y donde estarían los apóstoles dormidos, nos dio una ramita a cada uno despues de la Misa. La guardé, aunque ahora no sé dónde la tengo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario