Sobre cómo iba a resultar el Congreso de Flannery O'Connor no las tenía todas conmigo: de primeras parecía un desembarco de yanquis que querían conocer Sevilla y se habían rodeado de un barniz de color local, a cuenta de que la finca donde vivió ella se llamaba Andalusia. A mí en ese caso me tendrían que haber metido en la categoría de «barniz» o de «tonto útil». Pero yo me voy antes con un grupo de yanquis, por muy tenue que sea su excusa, que con otras reuniones patrias, donde el principal interés son las gambas del final, si las hay.
El Congreso resultó, como los otros a los que he asistido sobre Flannery O'Connor, entusiasmante. Casi parecíamos de un club de fans, pero de alto nivel, eh. Conocí gente muy interesante, saludé a conocidos y me volví a pasmar del rigor de los académicos norteamericanos, especialmente de los jóvenes. Incluso si citaban a Derrida, lo hacían con tremendo aplomo, como si le creyeran.
Aparte de mi estelar comunicación sobre las estrellas (salí razonablemente contento), lo más destacado era la ponencia inicial de Richard Rodríguez un escritor desengañado en medio de demasiadas cosas (más me gustó una entrevista que le hicieron en este podcast de la revista Image), y una mesa redonda de traductoras de Flannery al español, que resultó muy bien.
A la vuelta, hice unas fotos del Ayuntamiento de Sevilla, renacentista, plateresco, muy bonito, con un añadido moderno que no desentona.
Esto es el arco que se abría al convento de san Francisco, por desgracia desaparecido, aunque su gran retablo (vueltas que da la vida) lo tenemos ahora en Santiago:
Me sorprendieron las puertas, muy antiguas:
Y justo hoy Ignacio enlaza esta entrada detallada sobre el edificio del Ayuntamiento.
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