Más poético sería explicaros -si supiera describirlas con precisión y finura- las tonalidades de amarillos de esas hojas que todavía aguantaban en los extremos de las ramas más altas de los chopos y álamos. Y la alfombra, entre roja y amarilla, de vides ya vendimiadas en el Bierzo. O las llanuras de Tierra de Campos con una capa fina de verde y en las lindes vegetación verdeando antes del frío definitivo.
Lo mejor es todo lo que pudimos hablar. Y ya jugaremos al parchís la próxima vez.
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