Esto de un sermón de san Juan de Ávila me recordó, claro, a
Dios con la caña de Chesterton (y a la cita de esa frase en Retorno a Brideshead):
Y es tanta la bondad de Dios que aun pasa adelante en su bondad, no obstante nuestra maldad; nosotros a olvidarle y Él a hacernos mercedes, para que, así provocados, dejemos un día u otro nuestra dureza y le seamos blandos, agradecidos y humildes. Yo los traeré -dice Dios- en cuerdas de hombre y en prisiones de amor (Os. 11,4). ¿Y qué son 'cuerdas' para atraer a 'hombres'? No sogas, no maromas, sino beneficios; porque más fuerte cosa es para traer a hombre, si insensible no es, el verse beneficiado de mano de otro que una muy recia maroma para traer al animal. Multiplica Dios mercedes dándonos bienes de diversas maneras para que vayamos a Él; y todavía nuestra maldad olvida sus dones, y con parecerle que son cosas usadas, no mira en ellas, cuánto más agradecerlas (OC 3.566.2).
Y luego me acordé de algo que acababa de leer de la
Odisea, lo contrario: Escila, el monstruo en la cueva, tiene seis cabezas que devoran delfines, perros de mar o, si puede, hasta cetáceos (
Od. 12.96-97). Con esas seis cabezas pesca a seis compañeros de Ulises:
Cual se ve el pescador sobre un cabo empuñar larga caña
y arrojar en el mar, con un cuerno de vaca campera,
el engaño del cebo a los míseros peces que luego
palpitantes extrae de las aguas, así entonces eran
por la escarpa sacados mis hombres convulsos de muerte (Od. 12.251-5 trad. de J. M. Pabón).
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