Se celebró el viernes en la Facultad un acto en el que dictó «su última lección» Luis Iglesias, catedrático de Literatura Española.
Fue sobre El Buscón, ay. Mereció la pena asistir, de todas maneras, porque se centró en la falta de motivo del protagonista para contar su vida vergonzante, siendo que lo que dice que quiere es lograr honra. El Lazarillo o el Guzmán escriben porque alguien "se lo pide", pero aquí parece que no hay tal. Lo único que parece que se puede concluir es que Pablos es "la voz de su amo" Quevedo (al que definió como «maestro del malhumor»), que quiere contar lo que le peta, sin preocuparse por montar "marcos realistas" o "verosimilitudes" novelísticas. Bueno, no sé decirlo mejor: para eso, tendría que leerme El Buscón y va a ser que no.
Cuando citó los "altos pensamientos" del padre de Pablos al principio, me acordé de las Altas Expectativas (Great Expectations) de Pip al inicio de la novela de Dickens: ahí tenéis tema para un artículo los que os atreváis.
Hubo palabras muy atinadas del director del Departamento y del de la Real Academia de la Lengua (Española, quiero decir: es profesor de la Facultad y amigo del homenajeado) y una contestación de la lección a cargo de Francisco Rico, que se puso divagatorio y un poquito faltón (eso tienen los personajes novelescos) y acabó aburriendo al auditorio con sus teorías ecdóticas y su puntillismo irrelevante con las variantes de las ediciones del Buscón.
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