lunes, 9 de marzo de 2015

El Banquete de Platón 10 - Sócrates rebate a Agatón

Sócrates reacciona al discurso de Agatón con fingida admiración y fingido miedo de no llegar a la altura de un discurso «tan bello y tan variado», que le recuerda a Gorgias (modelo de Agatón) y que es como una Gorgona que podría petrificarlo con esa retórica florida que usa, hecha como por juego.
Lo que finge haber descubierto ahora es que no sabía hacer elogios del amor como los demás -y eso que es tremendo en lo erótico (δεινὸς τὰ ἐρωτικά). Pide replantear el certamen, puesto que pensaba que se trataba de decir la verdad sobre el tema: con ello está haciendo un zasca a todos, pero con elegancia, al contraponer su búsqueda de la verdad al mero deseo de quedar bien o hacer algo «bonito» por parte de los otros. Le pide pues a Fedro –padrino del simposio- replantearlo sobre nuevas bases: y a partir de ahí se convierte en un torrente desbordado.

[Para Strauss la crítica de Sócrates al discurso de Agatón está más bien en que selecciona lo que le conviene y se queda con lo que le vale. Sócrates afirma contra eso que pensaba que se trataba de conocer de verdad algo y a partir de ahí seleccionar las partes más bellas y exponerlas de la forma más adecuada, con lo que se está presentando a sí mismo como el orador perfecto, que también selecciona (por ejemplo no entra en la cuestión del incesto, aunque insinúa que es un problema), pero a partir de bases firmes, desde la verdad]

Sócrates le pide a Fedro que le permita preguntarle a Agatón «unas cosillas» (σμίκρ' ἄττα) y en realidad le aplica un tercer grado filosófico: tras alabarle por comenzar por la cuestión de quién es Eros, le pregunta si entonces Eros es eros (=deseo) de algo o deseo de nada (como el padre es padre de alguien en cuanto padre). Si es deseo de algo, entonces desea eso y lo desea porque le falta (en cuanto carencia - τὸ ἐνδεές; también en cuanto que no está pleno - ἑτοῖμος). El que ya tiene eso, lo que desea es seguir poseyéndolo. El Eros es eros de algo (genitivo subjetivo: alguien ama algo), con lo que refuta a Agatón -y a Fedro- en que el Eros es del amado. No, dice Sócrates, es el eros del amante.
Y aquí entra Sócrates a matar: Agatón había dicho que Eros es un dios bello. Pero Eros desea lo bello, luego no es bello.
Y así le contesta el pobre Agatón: κινδυνεύω, ὦ Σώκρατες, οὐδὲν εἰδέναι ὧν τότε εἶπον; literalmente: «corro el peligro, Sócrates, de no saber nada de lo que entonces dije» (Fernando García Romero traduce muy bien: «es posible, Sócrates, que no supiera nada de lo que dije entonces»).

Según Jaeger, Sócrates se comporta con cortesía al no continuar por ahí: se contenta con que Agatón reconozca que lo que ha dicho no tiene base firme. Según Reale, a partir de aquí se pone la máscara de Diotima para demoler todo lo que había dicho Agatón en su discurso.

1 comentario:

  1. vaya, vaya, el tándem Plato-Sócrates, menudo peine; no vale lectura en diagonal; he de releerlo; será, Mario Clavell

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