Lo que finge haber descubierto ahora es que no sabía hacer elogios del amor como los demás -y eso que es tremendo en lo erótico (δεινὸς τὰ ἐρωτικά). Pide replantear el certamen, puesto que pensaba que se trataba de decir la verdad sobre el tema: con ello está haciendo un zasca a todos, pero con elegancia, al contraponer su búsqueda de la verdad al mero deseo de quedar bien o hacer algo «bonito» por parte de los otros. Le pide pues a Fedro –padrino del simposio- replantearlo sobre nuevas bases: y a partir de ahí se convierte en un torrente desbordado.
[Para Strauss la crítica de Sócrates al discurso de Agatón está más bien en que selecciona lo que le conviene y se queda con lo que le vale. Sócrates afirma contra eso que pensaba que se trataba de conocer de verdad algo y a partir de ahí seleccionar las partes más bellas y exponerlas de la forma más adecuada, con lo que se está presentando a sí mismo como el orador perfecto, que también selecciona (por ejemplo no entra en la cuestión del incesto, aunque insinúa que es un problema), pero a partir de bases firmes, desde la verdad]
Sócrates le pide a Fedro que le permita preguntarle a Agatón «unas cosillas» (σμίκρ' ἄττα) y en realidad le aplica un tercer grado filosófico: tras alabarle por comenzar por la cuestión de quién es Eros, le pregunta si entonces Eros es eros (=deseo) de algo o deseo de nada (como el padre es padre de alguien en cuanto padre). Si es deseo de algo, entonces desea eso y lo desea porque le falta (en cuanto carencia - τὸ ἐνδεές; también en cuanto que no está pleno - ἑτοῖμος). El que ya tiene eso, lo que desea es seguir poseyéndolo. El Eros es eros de algo (genitivo subjetivo: alguien ama algo), con lo que refuta a Agatón -y a Fedro- en que el Eros es del amado. No, dice Sócrates, es el eros del amante.
Y aquí entra Sócrates a matar: Agatón había dicho que Eros es un dios bello. Pero Eros desea lo bello, luego no es bello.
Y así le contesta el pobre Agatón: κινδυνεύω, ὦ Σώκρατες, οὐδὲν εἰδέναι ὧν τότε εἶπον; literalmente: «corro el peligro, Sócrates, de no saber nada de lo que entonces dije» (Fernando García Romero traduce muy bien: «es posible, Sócrates, que no supiera nada de lo que dije entonces»).
Según Jaeger, Sócrates se comporta con cortesía al no continuar por ahí: se contenta con que Agatón reconozca que lo que ha dicho no tiene base firme. Según Reale, a partir de aquí se pone la máscara de Diotima para demoler todo lo que había dicho Agatón en su discurso.
Sócrates le pide a Fedro que le permita preguntarle a Agatón «unas cosillas» (σμίκρ' ἄττα) y en realidad le aplica un tercer grado filosófico: tras alabarle por comenzar por la cuestión de quién es Eros, le pregunta si entonces Eros es eros (=deseo) de algo o deseo de nada (como el padre es padre de alguien en cuanto padre). Si es deseo de algo, entonces desea eso y lo desea porque le falta (en cuanto carencia - τὸ ἐνδεές; también en cuanto que no está pleno - ἑτοῖμος). El que ya tiene eso, lo que desea es seguir poseyéndolo. El Eros es eros de algo (genitivo subjetivo: alguien ama algo), con lo que refuta a Agatón -y a Fedro- en que el Eros es del amado. No, dice Sócrates, es el eros del amante.
Y aquí entra Sócrates a matar: Agatón había dicho que Eros es un dios bello. Pero Eros desea lo bello, luego no es bello.
Y así le contesta el pobre Agatón: κινδυνεύω, ὦ Σώκρατες, οὐδὲν εἰδέναι ὧν τότε εἶπον; literalmente: «corro el peligro, Sócrates, de no saber nada de lo que entonces dije» (Fernando García Romero traduce muy bien: «es posible, Sócrates, que no supiera nada de lo que dije entonces»).
Según Jaeger, Sócrates se comporta con cortesía al no continuar por ahí: se contenta con que Agatón reconozca que lo que ha dicho no tiene base firme. Según Reale, a partir de aquí se pone la máscara de Diotima para demoler todo lo que había dicho Agatón en su discurso.
vaya, vaya, el tándem Plato-Sócrates, menudo peine; no vale lectura en diagonal; he de releerlo; será, Mario Clavell
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