Me impresiona lo claramente que se ve ahí que la pobreza de Jesús es plenitud. Nosotros solemos percibir la pobreza como mal porque la fundamentamos en la envidia*
Copio algún párrafo, pongo algunas negritas por ahí y entre corchetes resumo:
La pobreza de Cristo es la mayor riqueza: la riqueza de Jesús es su confianza ilimitada en Dios Padre, es encomendarse a Él en todo momento, buscando siempre y solamente su voluntad y su gloria. Es rico como lo es un niño que se siente amado por sus padres y los ama, sin dudar ni un instante de su amor y su ternura. (...) Se ha dicho que la única verdadera tristeza es no ser santos (L. Bloy); podríamos decir también que hay una única verdadera miseria: no vivir como hijos de Dios y hermanos de Cristo.
[¿Y nosotros? ¿Salvar a los demás de la pobreza con recursos? Sí, acudir a remediar las miserias*, pero lo que salva a los hombres es] «la pobreza de Cristo, el cual se hace pobre en los Sacramentos, en la Palabra y en su Iglesia, que es un pueblo de pobres».
[*diferencia entre pobreza y miseria (= «la pobreza sin confianza, sin solidaridad, sin esperanza»). Tres clases de miseria: 1. material (lo que habitualmente se entiende por 'pobreza'; insiste el Papa en la importancia de la diaconía en la Iglesia [lo explicaba muy bien Benedicto 16 en Deus Caritas est]), 2. moral: la esclavitud del pecado y el vicio y 3. espiritual «que nos golpea cuando nos alejamos de Dios y rechazamos su amor»].
El Evangelio es el verdadero antídoto contra la miseria espiritual: en cada ambiente el cristiano está llamado a llevar el anuncio liberador de que existe el perdón del mal cometido, que Dios es más grande que nuestro pecado y nos ama gratuitamente, siempre, y que estamos hechos para la comunión y para la vida eterna.
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*Y mirad -en otro terreno, pero creo que convergen- este artículo de Luis Garicano en El País de hoy, con su punto girardiano: ¿Por qué no trabajamos menos horas?)
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