No era mucha noticia –otro record de lo mismo: 330 litros llevamos en quince días de 2014 en Santiago- pero lo primero de lo que hablé con mi madre fue de la lluvia.
Bueno, lo primero después de felicitarle el cumpleaños.
Quería contarle que el viernes, pasado el mítico viaducto de Sollans (ahí -el primer paisaje con ciertas lejanías si sales desde Santiago- siempre hablamos del espectáculo de las nubes, que hasta ese punto afinamos en colores oscuros estos meses grises) nos dimos con las mimosas florecidas: Mario no, porque le pesa más lo que tienen de dañinas y depredadoras, pero a mí me pudo la estética y me alegró mucho ver ese amarillo estallando entre el verde sucio de los eucaliptos.
Le iba a decir también que los camelios han florecido, pero se cruzó –claro- el tema Gamonal (mi hermana Marga me había hablado de la calle Eladio Perharlem, entre risas) y tanta demagogia.
Y luego me contó que se había muerto mi tío Leandro, Hermano de la Salle, en Griñón, con 96 años, 79 de vida religiosa, que hizo la letra del himno a santa Lucía en Hacinas. Hace unos años fui a visitarle, pero con mi escaso sentido de la oportunidad –era primera hora de la tarde en pleno verano- le costó aclararse de quién era aquel que había ido a verle tan de golpe.
No le dije pues a mi madre lo de las flores, así que utilizo este rodeo (sobre la retama blanca, en lo de Enrique).
Y luego salimos de paseo y llovía y hacía frío -pero Suso y yo disfrutamos de la exposición.
Cuando llegué a casa me dijo un estoico –muchos años viviendo en Orense- que sí, que llovía y que hacía frío, pero que al menos no hacía viento: la ética práctica de los altramuces.
Me parece tremenda (de bien) esta estrofa:
ResponderEliminar"Los trabajos de sus hijos
se convierten en trigal;
los amores de sus hijas,
en cristiano y santo hogar".