De Villamayor volvimos a Burgos por Zael: un descubrimiento emocionante el paisaje que nos encontramos (en cambio los pueblos, de nombres bien bonitos, podían competir en feísmo con muchos de Galicia), en lo mejor de la primavera, con hermosísimas encinas desperdigadas, que me recordaron tanto los viajes de Ciudad Real a Almodóvar del Campo.
Y luego pasamos por la carretera de Arcos, que habría que mitologizar, de bonito que era el campo por ella, incluso con árboles menos nobiliarios (no sé, podríamos llamarla a partir de ahora carretera de Argos):
Precioso
ResponderEliminarNo estoy de acuerdo con esa generalización de los "pueblos feos". Los hay hermosísimos, en Galicia y fuera de ella. Y conste que yo soy animal urbano (quizá más animal todavía que urbano, con serlo también de veras), y envidio sanamente a AR por vivir, según entiendo, en Santiago, una ciudad que me encanta (como encantó a Borges, y no me extraña nada).
ResponderEliminarCorrijo la entrada en vez de 'los' he puesto 'muchos'. En Galicia los pueblos bonitos son excepción.
ResponderEliminarQué azul, el cielo! Y esos campos...
ResponderEliminarLas fotos son muy bonitas, tan verdes y el cielo tan azul, y los árboles tan solos, a veces. Me gusta cuando pasamos por Redecilla, andando, o Villambista, u Hornillos, después de Burgos, o lo que se abre después de Castrojeriz y subir a una montaña. Lo que se ve después. Cuando vas andando, hemos visto segar, echar el grano en el tractor y empaquetar campos enormes, mientras nosotros solo andábamos. Todo el proceso.
ResponderEliminarSobre pueblos feos puedo hablar bastante, pero son interesantes, si no bonitos, eso sí. En fin, el verano y agosto. No falta mucho.
Un abrazo