El sábado por la mañana nos fuimos a ver el convento cisterciense de Villamayor de los Montes, entre Burgos y Lerma.
La monjita nos enseñaba sobre todo el suelo de cantos, que dicen que es del XVI, pero yo me fijaba más en el claustro, que de tan sobrio era casi menos: no sé cómo decirlo.
[esta foto, de la web del monasterio]
Es un románico muy despojado, muy rítmico, pero los capiteles estaban muy estropeados. Sería un buen ejercicio imaginárselos como los otros de hojas que había en la entrada a la iglesia:
Un paraíso vegetal marcado por la sobriedad, el ritmo y el verdecimiento de la piedra en los capiteles.
La iglesia ya era una delicia gótica (fotos y explicaciones aquí), con un ábside muy interesante por fuera, pero que casi no podíamos ver. Y tenían una imagen de la Virgen preciosa, de las más admirables que he visto en mi vida. Y otra vez mi foto no le hace justicia:
La monjita nos iba contando que tienen dos novicias de Kenya, que pasaron mucho frío al principio y que ya están muy contentas allí.
Al salir, mis hermanas les compraron pastas: buenísimas rosquillas.
¡La Virgen es maravillosa, espléndida!
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