En la excursión, lo pasé muy bien con mis tres compañeros de coche: tres maestros.
Les conté que mi padre fue maestro también y sobre todo me apresuré a decir que era de Burgos, porque los tres hablaban solo gallego (bueno, uno de ellos me habló en castellano cuando se quedó solo, en un descuido de su mujer, que se pasaba el tiempo corrigiéndole su gallego demasiado impuro) y podían pensar que yo era de esa derecha urbana llena de autoodio que habla solo en castellano por amolar.
Yo, de tenerle manía a algo, es a ese tener que significarse sociolingüísticamente. Para mi vergüenza, además, en la expedición había una polaca que hablaba perfecto gallego. Y a mí no me sale decir ni lóstrego.
Después de la comida en un mesón fuimos a Ventosa, "catedral rural", un sitio muy interesante con restos de un baldaquino (fotos muy buenas en este blog / y en wikimedia). La única medianamente decente que hice yo es de estos canecillos primitivos pero bonitos:
Solo me salieron bien las fotos de un añadido del XIX decorado a lo feísta, ay:
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Pasamos un rato bien entretenido con la charla del cura, que nos estaba esperando. Hizo bromas sobre el pecado de Eva (que no fueron muy bien recibidas por parte del respetable). Nos contó que llevaba seis parroquias él solo. Nos señaló una imagen que un amigo suyo nóstico decía que era el niño Jesús con móvil.
Terminamos en Ferreiroá, casi a oscuras. Un buen día por el término de Agolada.
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