Otro sitio en ese mundo interior alrededor de Estocolmo de lagos: Gripsholm, un castillo real y un pueblo de veraneo muy para escribir allí poemas en prosa y aburrirse un poco al sol tibio de agosto.
El castillo era bastote, de reyes bárbaros pasados un poco por la garlopa francesa, pero detrás había un jardín de árboles enormes y florecillas como estas:
Y a principios del siglo XX pusieron una estatua y quedó un lugar milagroso:
Y para cruzar a la isla, un puente vangoghiano:
Y para mayor alegría, una serie de piedras con runas, como esta:
Y explicaba una placa el contenido: Se portaron como hombres, lejos, a por oro y en el este dieron comida a la serpiente (=mataron enemigos) y murieron al sur en la tierra de los sarracenos (Serkland). A mí me hizo gracia pensar que podían ser aquellos vikingos que se dejaban caer por España (sarracenlandia daquela), en concreto por Galicia, a llevarse oro o lo que pillasen.
Y había una estación de tren en desuso -pero en estado de revista-, conservada de cuando venían desde Estocolmo en trenecitos de juguete. Allí, este cartel:
Vaya pasada! Allí los poemas, más o menos buenos, deben salir sólos.
ResponderEliminarY esos tíos de los cuernos llegaron hasta Sevilla por el Guadalquivir y formaron una...