En Barcelona quedé con un amigo al que tampoco conocía: le conocía de sus textos, escritos en voz baja y con la dosis justa de emoción.
Pero conocer a alguien aparte de sus textos siempre es un trago, aunque se intuya la sintonía: y tampoco éramos de mucho hablar ninguno de los dos.
Del paseo, queda el recuerdo de las calles de por santa María del Mar (y sí que es una iglesia airosa) y el hablar sentados en la plaza del Pi: me contó de unos días en Menorca con el escritor que los dos admiramos, del sur de Francia: esas ciudades con placitas y silencio.
Estábamos a gusto allí.
Efectivamente, es un trago especialmente espeso ese de conocer a un escritor, como si hubiese un escalón entre lo leído y
ResponderEliminarlo hablado. Y que además ser de mucho hablar, como es mi caso, tampoco facilita las cosas, sino que a veces las emborrona más, y con cargos de conciencia posteriores. Pero a pesar de todo a mí también me hubiese gustado mucho conocer al escritor y sentarme también en la plaza del Pi.
Efectivamente, se estaba muy bien hablando en la plaza del Pi. Y, aunque un tanto extraño al principio, fue tambíen un placer tratar de verdad a quien ya "conocía" por haber leído tantas veces estos apuntes.
ResponderEliminarEnrique, ya sabes, será también un placer que la próxima vez podamos ser tres. En la plaza del Pi o donde sea.