Aunque me habían dicho que no se podía -eso pasa por preguntar-, le hice una foto para enseñársela a mis alumnos (y ya que estoy, a vosotros); me llamó la atención el segurata, pero qué importa:
Así habló [Agamenón], y la aflicción invadió al Pelida [=Aquiles], y su corazón[Il. 1.190-200; traducción de Emilio Crespo]
dentro del velludo pecho vacilaba entre dos decisiones;
o desenvainar la aguda espada que pendía a lo largo del muslo
y hacer levantarse a los demás y despojar él al Atrida [Agamenón],
o apaciguar su cólera y contener su furor.
Mientras revolvía estas dudas en la mente y en el ánimo
y sacaba de la vaina la gran espada, llegó Atenea del cielo: (...).
Se detuvo detrás y cogió la rubia cabellera al Pelida,
a él solo apareciéndose. De los demás nadie la veía.
Quedó estupefacto Aquiles, giró y al punto reconoció
a Palas Atenea; terribles sus dos ojos refulgían.
No tiene mucho sentido preguntar para no atenerse a lo que te digan. Como reconoces, mejor no preguntar.
ResponderEliminarPor cierto, el texto original que destacas en negrita (según Wikisource) es:
στῆ δ' ὄπιθεν, ξανθῆς δὲ κόμης ἕλε Πηλεΐωνα
οἴῳ φαινομένη
Esos es lo que me aconsejan los amigos que saben (los de arte): no preguntar y hacer las fotos directamente. Y que salga el sol por Antequera.
ResponderEliminarSoy partidario de que se pueda hacer fotos (sin flash) en los museos (como de hecho se puede hacer ya en bastantes).
Seguiremos en ello. Un saludo.
¿Ha reparado usted en que el casco de Atenea del tapiz de Rubens es igual que el casco de Atenea del tapiz pintado por el amable Velázquez en "Las Hilanderas"?
ResponderEliminarTengo otra pregunta para usted. Desafía usted a los vigilantes de los museos con la intrepidez que Aquiles mostraba ante Agamenón. ¿Dónde está el secreto de su osadía?
Rubens y Velázquez se trataron (uno de esos momentos cumbres de la historia de la humanidad).
ResponderEliminarGracias por compararme a Aquiles (mi talón es la sensación de impunidad).