Las elegantes banderas finas y alargadas estaban por todas partes. Pero luego resulta que es obligatorio ponerlas en todas las casas en cada fiesta. Aquí un poste:
Por eso había mástiles en todas partes.
Ahí es cuando a mí me entran ahogos: vivir en Estonia, un país tan pequeño, y todo el patriotismo por decreto, sin esa posibilidad brassens/ibáñez de en-la-fiesta-nacional-yo-me-quedo-en-la cama-igual que tienen los países grandes.
Por lo demás, la independencia de 1991 fue admirable: aquella cadena báltica de 1989 con un millón de personas en una fila de 600 km entre Lituania, Letonia y Estonia, las manifestaciones pacíficas, las canciones.
Pero hay otro gran pero: el no dar plenos derechos a los estonios de origen ruso a los que quieren hacer pasar por las horcas caudinas del aprendizaje de su imposible lengua. Yo me veo muy cercano de los rusos de Estonia, no sé por qué.
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