Me lancé en las vacaciones a leer esta novela de 950 páginas, recién salida en Alba Clásica, espoleado por el buen recuerdo de Middlemarch y Adam Bede, dos novelas que había leído hace 25 años por lo menos, de las que recordaba su adensamiento de la trama trama novelesca con reflexiones profundas y atinadas.
Aquí pasa un poco lo mismo: la novela es consistente, pero se me hizo larga, sobre todo en algunos pasajes reflexivos, como de ensayo filosófico, en este caso sobre la función del judaísmo, y qué tipo de judaísmo, en la sociedad inglesa. Yo hubiera estado contento de leer una antología de esta novela, de la mitad o un tercio de su tamaño, así tengo que decirlo.
El trasfondo, además del judaísmo, creo que es el cuestionamiento de la posición de la mujer en la sociedad, y el planteamiento de la posibilidad del matrimonio como vía de escape de la pobreza o cárcel percibida en una existencia que quiere ser autónoma: es una novela muy moderna, en el mejor sentido de la palabra. Lo que noo sé es si a todo el mundo le gustará la clara moraleja del libro, que va en contra de planteamientos filosóficos liberales, autonomistas, hedónicos.
Yo recordaré los personajes, el de Gwendolen sobre todo, pero también el del propio Daniel Deronda. Están vivos, son memorables.

Además de las que citas, de Elliot, me gustó mucho Silas Marner. Es una novela de un estilo muy distinto.
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