martes, 24 de junio de 2025

Vijilavi

Estoy releyendo el Libro de la vida de santa Teresa en la extraordinaria edición que Fidel Sebastián ha hecho para la Biblioteca Clásica de la Real Academia Española: una maravilla de rigor, de precisión, de allanamiento de dificultades de comprensión en las notas. Gracias a todo eso, el texto brilla todavía más. Qué gran mujer, santa Teresa, qué capacidad de expresión y de comprensión de la realidad humana, de las honduras de la oración, del trato con Dios.

Por ponerle alguna pega, la que le hace a santa Teresa de no saber latín. Ella escribe, por ejemplo: Vijilavi ed fatus sun sicud passer solitarius yn tecto y sí, no escribe Vigilavi et factus sum sicut passer solitarius in tecto. Seguramente no tuvo una formación escolar en latín, pero qué hondamente explica ese texto, qué precisión justo ahí:

(....) muchas veces a deshora viene un deseo que no sé cómo se mueve, y de este deseo, que penetra toda el alma en un punto, se comienza tanto a fatigar, que sube muy sobre sí de todo lo criado, y pónela Dios tan desierta de todas las cosas, que, por mucho que ella trabaje, ninguna que la acompañe le parece hay en la tierra, ni ella la querría, sino morir en aquella soledad. Que la hablen y ella se quiera hacer toda la fuerza posible a hablar, aprovecha poco; que su espíritu, aunque ella más haga, no se quita de aquella soledad. Y con parecerme que está entonces lejísimo Dios, a veces comunica sus grandezas por un modo el más extraño que se puede pensar; y así no se sabe decir, ni creo lo creerá ni entenderá sino quien hubiere pasado por ello; porque no es la comunicación para consolar, sino para mostrar la razón que tiene de fatigarse de estar ausente de bien que en sí tiene todos los bienes.

Con esta comunicación crece el deseo y el extremo de soledad en que se ve, con una pena tan delgada y penetrativa que, aunque el alma se estaba puesta en aquel desierto, que al pie de la letra me parece se puede entonces decir (y por ventura lo dijo el real Profeta estando en la misma soledad, sino que como a santo se la daría el Señor a sentir en más excesiva manera): «Vijilavi ed fatus sun sicud passer solitarius yn tecto»; y así se me representa este verso entonces, que me parece lo veo yo en mí, y consuélame ver que han sentido otras personas tan gran extremo de soledad; cuanto más tales. Así parece que está el alma no en sí, sino en el tejado o techo de sí misma y de todo lo criado; porque aun encima de lo muy superior del alma me parece que está (141).


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