Por fin he leído Tirar del hilo. Todas las historias que me han llevado a Roma, el libro de memorias de Javier Marrodán. Tenía ganas porque a él lo llevo siguiendo años en twitter y guardo muy buen recuerdo de cuando era director de Nuestro Tiempo, pero en la librería donde lo pedí tardaron más de un año en conseguirlo: y llegó justo antes de que saliera la segunda edición.
Empecé a leerlo un sábado, justo el día en que Javier Marrodán era ordenado sacerdote del Opus Dei en Roma: estas son unas memorias de mediana edad, como Mi vida, de Ratzinger: ante un gran cambio, en su caso cambiar de vida yéndose a Roma para prepararse para el sacerdocio, mira hacia atrás y cuenta.
Su vida era de periodista: ama el periodismo y se nota. Yo tengo ahora una visión mucho más negativa del periodismo, o quizá de los periódicos, o del pastelelo del entramado mediático con los poderes reales, pero siempre me ha admirado la capacidad que tienen los periodistas para escribir con rapidez y economía de lenguaje, captando lo esencial. Así lo explica él:
Muchas veces me sentaba frente al teclado con el texto ya más o menos estructurado en la cabeza, y escribía de forma compulsiva, sin apenas detenerme, alternando frases cortas y largas, dosificando las citas entrecomilladas, valorando la pertinencia de un adjetivo, buscando incluso cierta musicalidad. (...) Escribir ya era para mí una actividad casi tan esencial, tan frecuente y tan natural como andar o alimentarme. (477)
En el libro va contando de sus reportajes periodísticos: tiene un capítulo muy bueno sobre unas mujeres víctimas del SIDA, otro sobre los Ulayar, la familia de Echarri-Aranaz a la que mataron al padre y trataron luego como apestados, otro -quizá el que me dejó más frío- sobre un viaje a la India y escribe mucho sobre asesinatos de ETA en Navarra, siempre escalofriantes. Se le ve muy a gusto en un periódico local y luego también muy contento como profesor en Periodismo en la Universidad de Navarra. Y de fondo está su amor al monte. Es una alegría leer a un navarro hablar bien de Navarra, porque ahora lo que a mí me llegan de allí son sobre todo bad vibes. Qué mal rollo Navarra ahora mismo, casi peor que Cataluña y el País Vasco, que ya es decir.
Al final del libro habla de su infancia y creo que es su capítulo más logrado, el más feliz y cercano. La explicación de su marcha a Roma para prepararse al sacerdocio está en el último capítulo, muy al punto, donde todo confluye: tirar del hilo es lo que ha hecho Dios con él durante toda su vida y también, le deseamos, a partir de ahora.
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