Vuelvo muy contento de unos días de retiro en Olbeira (si gustáis de ir allí, aquí hay información), con un tiempo muy bueno, mucha tranquilidad y calma.
Un ganadero me contó hace unas semanas que los corderos no se quejan cuando los van a sacrificar. Los cabritos sí. Me impresionó.
Se entregó porque quiso; maltratado, no abrió boca, como cordero llevado al matadero, como oveja muda ante los trasquiladores (Is. 53.7).
Sabed que habéis sido rescatados de vuestra vida estéril heredada de vuestros mayores no con bienes perecederos como el oro o la plata, sino con la preciosa sangre de Cristo el cordero sin tacha ni defecto (1 Pet. 1.18-9).
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