miércoles, 15 de marzo de 2023

Reflexiones a propósito de la liturgia etíope

Estos párrafos me impresionaron en la lectura de Gente remota de Evelyn Waugh. Son de una visita a un monasterio en Abisinia, en el que todo es oscuridad, con la celebración del canon de la Misa en en interior, sin que ellos puedan verlo:
Los sacerdotes y diáconos iban descalzos y llevaban turbantes y túnicas doradas y blancas, De vez en cuando emergían del santuario y una de las veces caminaron dando vueltas en procesión. El canto era monótono y más o menos continuo, acompañado de tambor y sistros. Para cualquier persona acostumbrada al rito occidental resultaba difícil pensar que se trataba de una ceremonia cristiana, ya que mantenía el secreto y el confuso carácter que yo hasta entonces había asociado con las sectas no cristianas de Oriente. 

Algunas veces se me había ocurrido que era extraño que el cristianismo occidental fuera la única de entre todas las religiones del mundo que expusiera sus misterios a cualquier observador, pero estaba tan acostumbrado a esta transparencia que nunca me había preguntado si era un rasgo esencial y natural del sistema cristiano. Lo cierto es que estamos tan saturados de este espíritu que mucha gente contempla el crecimiento de la Iglesia como un proceso de elaboración, incluso de confusión; ven la Iglesia del siglo primero como un pequeño grupo de gente piadosa que leía junta los Evangelios, rezando y amonestándose unos a otros con una simplicidad para la que las grandes ceremonias y la sutil Teología de años posteriores resultaría desconcertante e irreconocible. De pronto, en Debra Líbanos consideré las grandes basílicas y los altares abiertos como logros grandes y positivos, un triunfo de la luz sobre la oscuridad alcanzado voluntariamente, y la Teología se convirtió a mis ojos en la Ciencia de la simplificación, por la que ideas nebulosas y escurridizas se formalizan y se hacen inteligibles y exactas. Vi la Iglesia del siglo primero como algo oscuro y oculto, tan oscuro y oculto como la semilla que germina en el vientre materno; legionarios fuera de servicio que se deslizan furtivamente fuera de sus barracones, saludando a otros con señales y consignas a puerta cerrada en escondidas callejuelas de algún puerto del mar Mediterráneo, esclavos que se arrastran al anochecer desde el crepúsculo gris hasta las capillas de las catacumbas, llenas de humo e iluminadas por velas. Los sacerdotes ocultan su cargo tras su oficio de comerciantes, sólo los iniciados conocen sus identidades; eran criminales ante la ley de su país. Y el verdadero núcleo de la Verdad se encontraba en el interior de la gente, alimentado por las supersticiones, toscos vestigios del paganismo en que habían crecido; confusos y obscenos absurdos, filtrados a través de otros cultos esotéricos de Oriente Medio, mágico contagio de los bárbaros conquistados. Y empecé a ver cómo habían crecido estos oscuros santuarios, con la claridad de la razón occidental, hasta llegar a ser los grandes altares abiertos de la Europa católica, donde se celebra una Misa inundada de luz, a la vista de todos, mientras los turistas pueden parlotear con sus guías de viaje Baedeker en la mano, indiferentes al Misterio (88-89).

En wikipedia tienen una foto de Debre Libanos en 1934:

7 comentarios:

  1. En el pecado llevó la penitencia. No sé yo si, años después, con lo que sufrió por la reforma de la liturgia... mantendría esta misma idea. ¿Quieres misa transparente? Toma misa sobreexplicada y sobreiluminada...

    JLC

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Sí, lo pensé. Seguro que le quedó, de la liturgia etíope, la conciencia de que ahí se estaba celebrando algo que no era una mera conferencia o presentación.

      Eliminar
    2. Pero no podemos achacar a Waugh no haber previsto que lo que aprecia en ese texto acabase con las viejas de la parroquia mirando un power point, haciendo moniciones pedorras y pegando corazones en murales de corcho...

      JLC

      Eliminar
  2. Reflexión muy brillante, la verdad.

    ResponderEliminar
  3. Una reflexión excelente, sí. Me pregunto si no vamos ahora camino de lo contrario, es decir, en sentido inverso: de la luz a la oscuridad. De las grandes catedrales a la necesidad de ocultación de los primeros tiempos.

    Saludos.
    Ander

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Es una especie de polaridad, que me parece que es lo más interesante de lo que se entrevé en el texto: entre ocultar y mostrar, entre la devoción y la exposición, entre la pureza intelectual y la mezcla que hay en el pecado inserto en el hombre

      Eliminar