En un libro titulado Jesucristo, Karl Adam estudia su divinidad y su humanidad. Es un clásico. Lo estoy leyendo con mucho interés: es apologético sin ser cargante, es profundo, se lee muy bien. Aquí os traigo un pasaje sobre la "mirada penetrante" de Jesús, que "supone necesariamente un don de observación prodigiosamente afinado y una extraordinaria lucidez de espíritu", que "se inclina espontáneamente hacia las cosas más pequeñas e insignificantes de la vida". Y este es el párrafo, excelente:
Baste recordar sus parábolas, cuyos rasgos tan intuitivos, vivos y cálidos, hacen revivir ante nosotros a los labradores, pescadores y viñadores, al traficante de perlas preciosas, al mayoral y al mercader, al jornalero, al constructor y al hortelano, abarcando desde la dueña de la casa y la pobre viuda hasta el juez, el general de un ejército y el mismo rey. Dichas parábolas encierran la máxima riqueza y variedad de matices y nos describen la vida ordinaria en su sencillez, al niño que juega alegremente en la calle, las amplias filacterias y las largas orlas de los doctores de la ley, el cortejo nupcial en la noche silenciosa, el alegre festín, el rigor de la etiqueta en la mesa del convite, el pobre pordiosero cubierto de llagas en el camino, los jornaleros sin trabajo merodeando en las esquinas de la plaza y cerca de los setos porque nadie los ha contratado, el publicano intimidado en un rincón del templo, la mujer pobre encendiendo en su casa la lámpara para buscar la dracma perdida, la joven madre que olvida sus angustias y dolores al contemplar a su chiquitín recién nacido, el hombre rico que se duerme plácidamente pensando en sus graneros repletos.
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