San Juan de Ávila habla primero del sol de aquí y luego de Dios como ese sol que se quiere meter por el resquicio que pueda, para hacernos bien:
si vemos que este sol corporal se comienza tan liberalmente y anda buscando y convidando a quien lo quiere recebir y a todos se da cuando no le ponen impedimento, y, si se le ponen, aún está porfiando que se le quiten o si algún agujero o resquicio halla, por pequeño que sea, por allí se da y hinche la casa de luz, ¿Qué diremos de la suma bondad divinal, que con tanta ansia de amor anda rodeando sus criaturas para darse a ellas e henchirlas de calor, de vida y de resplandores divinos? ¡Qué ocasiones busca para hacer bien a los hombres! ¡Y a cuántos por un pequeño servicio ha hecho no pequeñas mercedes! ¡Cuántos ruegos a los que de Él se apartan, para que a Él se tornen! ¡Cuántos abrazos a los que a Él vienen! ¡Qué buscar de perdidos! ¡Qué encaminar de errados! ¡Qué perdonar de pecados, sin darlos en rostro! ¡Qué gozo de la salud de los hombres! Dando a entender que más deseaba Él perdonar y que el errado sea salvo y perdonado (Audi, filia I, OC 1.501.51).
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