lunes, 28 de febrero de 2022

Ponerse guapos como proyecto ético

Un amigo me contó una frase de su madre, sobre alguien que ni fu ni fa:

Ni guapo ni bien peinado.
Yo hasta se lo puse en griego: 
οὔτε καλός οὔτ' ἐκτενισμένος.
Como ahora todo lo llevo al corral de El Banquete de Platón, me acordé de que al principio de la obra Sócrates, contra su costumbre, aparece arreglado y con sandalias, porque va a la fiesta de Agatón (cuyo nombre es algo así como Buenón). Agatón era muy guapo y Sócrates muy feo, pero este dice con ironía que va a ver si se le pega la belleza de Agatón; de hecho lo que le propina luego es una buena tunda dialéctica. Pero su frase a Aristodemo, que se sorprende de verle así de arreglado, es: 
ἐκαλλοπισάμην, ἵνα καλὸς παρὰ καλὸν ἴω (174a)
"me he puesto guapo, para ir guapo a donde un guapo".
Ese verbo, καλλοπίζω, es como enguapearse, con ese tonillo de quiero y no puedo. Eso es Eros, el amor, ni guapo ni bien peinado, pero ardientemente deseoso de poseer la Belleza, y al fin y al cabo el Bien. Hay ahí tema, como veis: la cuestión es cómo ser bueno, si apegándose a los buenos o yendo por la vía de la belleza. Lo mejor es que el bien se pegase, como la belleza, pero no parece tan sencillo.

Bueno, todo esto hace como de introducción para copiar aquí este aforismo, de un ramillete que ha sacado en Vozpopuli Enrique García-Máiquez. Yo lo veo como un tratado de ética:
Una señora a mi lado en el tren se maquilla. Es tan temprano que estoy a punto de ceder al cinismo y pensar que—puesto que no es muy guapa—para qué. Enseguida caigo en que la belleza está en el afán de estar guapa. A cada brochacito que se da, lo veo más claro, más alegre, más hermosa.

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