La exposición se titulaba "Extraña devoción", por un grabado de Goya que habían puesto al principio y que marcaba una pauta. A mí me hubiera gustado que hubiesen dedicado más esfuerzo a meditar qué quiere decir que en el cristianismo, religión de la encarnación, se afirme la fe en la resurrección en cuerpo y alma; sí, también el cuerpo, los restos de este (en latín reliquiae), que por ello están orientados a la resurrección. Podrían haber entrevisto quizá entonces que las reliquias de los santos se cuidaban como prendas, todavía aquí, como anclas que conectan con ese mundo al que iremos todos -si Dios quiere y con la ayuda de esos santos: Iglesia triunfante- tras la Parusía. ¿Que hay cosas macabras, excesivas y desproporcionadas? Sí, claro, pero hay que esforzarse en ver el sentido que le veían a las reliquias y el sentido que todavía tienen. A lo más que llegaban en la exposición era a plantear ese proceso humano básico de querer conservar lo que se ama y los recuerdos de quienes amamos, sin sacar las conclusiones lógicas que les habrían abierto la puerta a una comprensión de la dimensión trascendente, a plantearse la posibilidad al menos de que haya una.
Aquí había una calavera, de una santa, ya no sé cuál:
Intrahistoria de la exposición aparte, el retablito ese de Santa Teresa es una cosa de lo más curiosa, la verdad. Y ese cuadro de Sorolla es una maravilla, gracias por subirlo.
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