En agosto fui al Museo de Escultura de Valladolid, claro. Era la primera vez que iba después de haber estado en Florencia, y especialmente en el Museo del Bargello: no sale uno indemne de algo así. Y sí, todo me pareció peor, menor.
Vi algunas cosas distintas, como este Cristo atado a la columna de Diego de Siloé, de hacia 1530, de alabastro:
Volví a pararme en el san Pedro de Gregorio Fernández, que me consuela tanto:
Me consuela verlo así, un hombre normal, calvo, vestido de obispo. Todo es madera, policromada:
Y me iba fijando en los pliegues de madera de la sábana:
Del paño de la Verónica de Zurbarán, el papel con la firma:
El patio seguía siendo igual de espectacular:
No hay comentarios:
Publicar un comentario