jueves, 6 de mayo de 2021

Krasnoyarsk

En la región de Krasnoiarsk el paisaje es muy hermoso, primero muy ondulado y después montañoso y muy irregular. Hay bellos bosques y bosquecillos de abedules, de abetos blancos, de alerces, de cedros y de álamos, algunos ya rojos. Ahora el terreno se ha vuelto casi regular, aunque en la lejanía se vislumbran algunas montañas. Los abetos blancos son muy bonitos, punteagudos como los cipreses. Por la noche hace frío, pero tampoco de día hace calor, a pesar de que luce el sol; ayer cayó una gran nevada. Hay muy pocas aldeas y casi no se ve a nadie (...). Durante el camino pienso en todos vosotros y me pregunto si estáis bien y gozáis de buena salud (67).

Esto es de una carta de Pável Florenski de septiembre de 1933, hacia el Gulag (ya hablé del viaje en tren hasta el extremo Oriente). Medio año antes lo habían detenido y encerrado en la Lubianka. Krasnoyarsk está en medio de Siberia. Y todavía le quedaba camino. 

En 1937 dice, a propósito de la vida monótona de trabajo agotador constante en las islas Solovski:

Es como viajar en un tren que vuela por las llanuras infinitas de Siberia. El tiempo se arrastra monótono hasta la náusea, mientras tú recorres miles de kilómetros.

En marzo de 1934 le dice a su mujer:

Di a los niños y a mi madre que les tengo muchísimo cariño, aunque no sé cómo expresárselo. Siempre he estado dispuesto a darlo todo por vosotros, tanto antes como ahora, pero me doy cuenta de que vivir conmigo no os ha deparado alegría ni felicidad. (...) Todo este tiempo he sufrido por vosotros, deseando y pidiendo que todos los golpes recayeran sobre mí, con tal de privaros de los sinsabores (...). Si pudierais percibir cuánto os quiero, os sentiríais mejor (96).


 

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