martes, 26 de mayo de 2020

Enfermeras de la UCI - 7 y final

El otro grupo significativo eran las enfermeras mayores. Coincidió que las tuve sobre todo en el turno de noche, de 10 a 6 de la mañana. Se las veía más reposadas, más en control de la situación, cada una defendiendo su espacio, topeteando entre ellas pero sin levantar la voz, con educación, sin tantas ganas de parlotear como las jóvenes. 
Me acuerdo de Isa, que era la reina del no estar ya para tonterías. Llevaba un libro electrónico envuelto en plástico. Lo leía cuando la cosa se tranquilizaba, a partir de las once y media de la noche, sentada con un escabel para los pies, tras una hora y media, que era lo que dedicaba a ponernos en estado de revista para que durmiéramos lo mejor posible. Luego venían largas horas con un ojo en los monitores, cada cierto tiempo levantándose a hacernos revisiones varias. 
Irene a mí me pareció al principio una de las cabecillas de esa conspiración de enfermeras que mi delirio creó cuando me desperté de la sedación, Luego fue ella la que se encargó de los últimos preparativos el día que salí de la UCI. Ella fue la que me dijo, cuando estaba agobiado por no poder dormir, que cerrara los ojos y no me preocupase de mirar constantemente el reloj que tenía frente a mí: era un buen consejo, pero al principio no me sirvió de mucho. Era sindicalista, se veía que era guerrera, pero también era una muy buena enfermera, lo hacía todo con gran cuidado y evitándome molestias.
La otra mayor que recuerdo se llamaba no sé si Merche o algo así y también le tocó el papel de mala, de la mala más mala, la cabecilla de las malas. Luego fue ella la que me calmó una noche en la que yo pensaba que no iba a pegar ojo y me estaba agobiando: me explicó que me iban a dar una pastilla para dormir, pero yo dudaba de su eficacia porque pensaba que era un preparado de hierbas de nulo efecto (otra paranoia). A esta la vi por primera vez en un turno de tarde: le pedí que me quitara lo que fuera que tenía en la garganta y descubrí al instante que había pinchado en hueso; se cerró en banda: no estaba dispuesta a repetir la extubación primera, que salió tan mal y obligó a que me intubaran otra vez. Ahí es cuando creé yo una conspiración médicos contra enfermeras; y ella como cabecilla; al final, lo que fuera que tuviera metido en la garganta fue ella la que me lo quitó, dejándome un amarguísimo sabor en la boca y el alivio tremendo de quitarme eso, quizá el único recuerdo que me ha quedado de los primeros días, no sé, quizá es de algún momento entre entubarme y extubarme, alguna de las dos veces. La cosa es que esa noche que no me podía dormir (yo no sabía que había pasado seis días sedado y pensaba que necesitaba dormir más), le dije que lo que podía calmarme era hablar y le conté que era ese día la fiesta de san Isidoro, el patrón de la Facultad y que no iba a haber acto de graduación. Ella me contó que tenía una hija que estudiaba segundo de Medicina. Ella, a mi lado, me dijo que era como cuando les contaba cuentos por la noche a sus hijos.

El último día me despedí de la jefa de enfermeras, eficaz, atenta a todo el mundo, que echaba una mano donde hiciera falta, haciendo una cama, limpiando a un enfermo o lo que tocase: le dije que la admiraba mucho y que se lo agradecía mucho. Lo decía por todo el personal de la UCI, especialmente por los de enfermería.

Las enfermeras de la UCI me mostraron el lado más maternal del hospital. Eran las que me llamaban «meu rei» (a mi vencia doña Teresa le decían «meu reina»): ahí vi cómo pueden ser las madres gallegas, eso que yo no conocía ni por el forro. Llevo veinte años en Galicia y también esta experiencia, con sus puntos de traumática, me ha ayudado a conocer más el lugar donde vivo. Durante un tiempo defendí mi derecho a considerarme gallego, porque pagaba aquí mis impuestos: era la época en la que se hablaba del «patriotismo constitucional», tan escaso en realidad, tal como lo veo ahora. Me fastidiaba ser menos gallego que un emigrante argentino que nunca ha estado aquí y cuyo tatarabuelo nació en Galicia, pero al que han dado derecho de voto, o menos gallego que el típico de Madrid que viene una vez cada tres años a Sanxenxo y tiene una abuela de Chantada. Pero también es verdad que mi infancia es burgalesa, que mi madre está en Burgos. No me voy a considerar nunca gallego total: seré siempre un meteco. Galicia, veinte años después es parte central de mi vida; nunca seré como los que se criaron aquí, pero ahora sé, gracias a las enfermeras, cómo podría haber sido ser gallego.

10 comentarios:

  1. Creo que dirían "miña reina". Corríjalo por favor, y borre este comentario.
    Y me alegro mucho que haya salido con bien. Le leo habitualmente y me tenía preocupado aquella ausencia prolongada. Me alegré al volver a saber de usted.

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  2. No, no, yo creo que decían "meu reina". Ya sé que es incorrecto, o quizá es que lo recuerdo mal, pero también deberían haber dicho "raíña" y eso seguro que no lo decían. Lo dejaré así, aunque muy posiblemente sea un error mío. Ya ve que todo lo de esos días lo tengo envuelto en una niebla y hay muchas cosas de las que no estoy seguro: si es un error mío, servirá para retratarme a mí.

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  3. Me está gustando mucho lo que cuentas y cómo lo cuentas.

    Un abrazo

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  4. Estupenda serie y banda sonora: "Avec ma gueule de métèque". Felicidades.

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  5. Bueno, en esta vida nueva has nacido en Galicia, así que tan gallego como el que más. Y sin dejar de ser burgalés, que también es buena cosa.
    Me encanta la reina del no estar ya para tonterías. Todo una maravilla, a lo mejor podías añadir a la banda sonora de Le métèque, "Volver a ser un niño" (quitando los mares turbios etc.) Eso es una bendición.

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  6. En cierto modo, es así: integremos todo. Estoy oyendo ahora la canción: todo esto ha sido una especie de volver a ser un niño.

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  7. Ayer me hablaron de este blog. He leído toda la serie UCI y me ha gustado mucho como unes palabras y textos con la vida. La oftalmodulía ha sido todo un descubrimiento, y muchas otras más. En Ourense nos acordamos día a día de tí. Un fuerte abrazo

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    1. Muchas gracias, Diego: os agradezco mucho todo lo que empujasteis desde Ourense para que todo saliera bien. Un abrazo

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