martes, 3 de marzo de 2020

Fuego y agua, de Sohrab Ahmari


Tenía muchas ganas desde hace tiempo de leer Fuego y agua: mi viaje a la fe católica: me gustan los relatos de conversión cuando están bien hechos, habiendo como hay en ese género en particular un gran peligro de redondear aristas y buscar finales felices, cuando desde Heródoto sabemos que nadie puede ser considerado feliz hasta que veamos el fin de su vida*.
En cambio a Sohrab Ahmari yo lo conocí por un artículo que levantó un clamor en USA, titulado "Contra el David-Frenchismo", que es como si yo (salvadas las distancias) publicase un "Contra el Javiergomismo": en él criticaba a una línea de gente de convicciones religiosas y política de acomodación al orden liberal (que además, curiosamente, eran todos anti-Trump). Además él, junto con otros, había sacado un manifiesto "Contra el consenso de muertos". Es una cuestión muy interesante: si jugar en el sistema y acabar cediendo en lo fundamental o romper la baraja y resistirse.
Creo que pilláis por qué me cae bien: ganas de partirse la cara por lo que ve como bueno, valentía, rechazo de extremocentrismos. Hasta han llegado a hablar (lo vi el otro día) de "Ahmarism" y lo han metido en el saco de una nueva etiqueta: los Reocons. Llegó a tener dos debates (uno y dos) con David French (que por lo demás es un gran tipo, que se ha partido la cara por cosas muy importantes) y no salió del todo bien parado: a Ahmari le puede faltar trasfondo teórico y habilidad política, pero qué gusto da ver gente como él, un tío ansioso de mejorar el mundo, sin conformarse.
En este libro se ve todo eso y también su trasfondo vital: niño iraní de familia progre, con barniz musulmán pero con ambiente USA como influencia casi absoluta, que con 13 años se va con su madre al país de sus sueños y cae en la línea de errores constantemente repetida por buena parte de la juventud más inquieta y brillante de los últimos 80 años: de Nietsche a Marx (con pertenencia a grupúsculos radicales de por medio), del existencialismo al hedonismo nihilista. Lo fascinante es ver cómo sale de ahí y acaba convirtiéndose.
A mí me ha gustado especialmente ver cómo piensa un muchacho iraní de familia bien, que reza de niño a un Dios que no sabe cómo es. Luego se olvida de Dios, mientras su vida no acaba de adquirir sentido y el pecado no hace más que hundirlo más. Es un relato muy en la línea de san Agustín (salvadas las distancias otra vez).
La ventaja de Ahmari es que tiene 35 años, así que le espera previsiblemente una larga vida para meter la pata y para hacer muchas cosas buenas. En el enlace de Amazon podéis leer las primeras páginas.

Si el aspecto político os da igual, aquí tenéis un programa de EWTN en el que habla por extenso de su conversión:


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*Es lo que sí que se puede decir de Jorge Ribera, al que por medio de twitter acabé siguiendo (y rezando por él) en estos últimos meses de emporamiento progresivo de su tremenda enfermedad: murió el sábado y sí que se le puede llamar, por lo que testimonian todos los que le conocieron, bienaventurado.

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