El escudo que el dios Hefesto (=Vulcano es su paralelo romano, el de la fragua) le hizo a Aquiles es un prodigio, pero de palabras, porque no parecería que pudiera existir en la realidad un escudo así, tan repleto de escenas y de tal intensidad narrativa. Yo, desde que vi las puertas del baptisterio de Florencia de Ghiberti, lo que sí me creo es que pudiera lograr esa finura de representación del bronce dorado donde los surcos de oro ya formados se diferencian del resto del campo que va recorriendo la yunta.
Pero mirad cómo lo cuenta Homero: Hefesto representaba en el escudo una escena de arado; acaban un surco y alguien les dan de beber:
Pero mirad cómo lo cuenta Homero: Hefesto representaba en el escudo una escena de arado; acaban un surco y alguien les dan de beber:
y ellos volvían otra vez a los surcos,
anhelantes por llegar al final del barbecho profundo.
Y ese ennegrecía detrás de ellos y de lugar arado la apariencia tenía,
aunque áureo era: admirable, sí, su fábrica era.
τοὶ δὲ στρέψασκον ἀν᾽ ὄγμους,
ἱέμενοι νειοῖο βαθείης τέλσον ἱκέσθαι.
ἡ δὲ μελαίνετ᾽ ὄπισθεν, ἀρηρομένῃ δὲ ἐῴκει,
χρυσείη περ ἐοῦσα· τὸ δὴ περὶ θαῦμα τέτυκτο (18.546-50; trad. L. M. Macía Aparicio).
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