En el libro del viaje por el Mediterráneo que hizo Newman en 1833, aparece esta descripción de Gibraltar:
Tuvimos un rato de descanso maravilloso en el jardín del Convento que, incluso en este tiempo del año, estaba exuberante y lleno de fragancia: cactus enormes, dátiles, naranjas, limones, chirimoyas, terebintos, pitayas y por último, pero no menos importante, las palmeras (de unos 18 pies de altura), un árbol de lo más singular. O sea, el perfecto jardín de Alcínoo. [Carta a Harriet Newman, en el barco, 08.12.1832, p. 152]Y esto es lo que dice cuando llega frente a las costas de Grecia:
Es extraño esto del barco; te vas abajo y te dedicas a tus asuntos. Te llaman a cubierta y lo que encuentras es todo nuevo. Te encuentras escenas como por arte de magia y te cuesta creer que sean verdad. Ayer fue el día más delicioso que he tenido. Al principio, cuando vi la costa española, mis raptos fueron más fuertes; pero ahora he superado esas turbulencias y estoy tan lleno de alegría que hasta se me sale, porque estoy en el mar de Grecia, el lugar de los cantos del viejo Homero y de las historias de Tucídides. (...) Llovía (...) y sólo pudimos mirar Zante (...) y Cefalonia (la Samos de Homero) a la izquierda. [aquí hace una descripción muy bonita de lo que ve] (...) Zante, la antigua Zacynthus, famosa por ser un puesto ateniense en la Guerra del Peloponeso (...) Al pasar con el barco entre las dos islas, vimos el Peloponeso a lo lejos, «la gran isla dórica de Pélope» como la llama Sófocles [Edipo en Colono 695]. (...) A la izquierda, muy a lo lejos, se veía la costa de Acarnania, cerca de la boca del Aquéloo (174).Es sorprendente no que cite a Homero, sino a Tucídides. Es muy iluminador de la actitud de Newman, tan brillantemente político como fue en sus guerras de ideas y perdedor también como Tucidides desde el punto de vista más a ras de tierra.
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