Estos días ha habido una polémica, pero de las de verdad, no una de esas g***p***eces de los periódicos españoles, dirigidas por gabinetes de comunicación, con la que nos tienen despistados: una juez (que resulta que es una proabortista de las más significadas del Reino Unido) dictaminó que una mujer con deficiencias intelectuales debía sufrir un aborto, contra el parecer de la propia mujer, de su madre y de la trabajadora social. Mirad cómo lo cuenta The Guardian, que no es exactamente un periódico provida.
Por suerte, cuando la estaban preparando ya para matarle al niño (así lo describe un canal de noticias: a la mujer «le habían dicho que se dormiría y se despertaría sin un niño en su tripita, pero le darían una muñeca nueva») un tribunal de apelación anuló la decisión de la jueza abortista, que había ordenado la «terminación».
Eso es lo que pasa cuando intelectualmente se acepta la posibilidad del aborto.
Sobre esto hay un artículo que me ha impresionado una barbaridad, escrito por un hijo nacido de una mujer con problemas de deficiencias intelectuales.
A otro nivel, es muy interesante esto de uno de mis ídolos actuales, Sohrab Ahmari. Tiene este párrafo:
Por suerte, cuando la estaban preparando ya para matarle al niño (así lo describe un canal de noticias: a la mujer «le habían dicho que se dormiría y se despertaría sin un niño en su tripita, pero le darían una muñeca nueva») un tribunal de apelación anuló la decisión de la jueza abortista, que había ordenado la «terminación».
Eso es lo que pasa cuando intelectualmente se acepta la posibilidad del aborto.
Sobre esto hay un artículo que me ha impresionado una barbaridad, escrito por un hijo nacido de una mujer con problemas de deficiencias intelectuales.
A otro nivel, es muy interesante esto de uno de mis ídolos actuales, Sohrab Ahmari. Tiene este párrafo:
La decisión rechazada es una de las más repugnantes desde el punto de vista moral, de las pronunciadas por un tribunal en Occidente. Hay que remontarse a la sentencia de Oliver Wendell Holmes de 1927 por la que ordenaba la esterilización obligatoria de una mujer con deficiencias intelectuales, por el motivo de que tres generaciones de imbéciles son suficientes (“three generations of imbeciles are enough”).
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