jueves, 24 de enero de 2019

La tiranía de las formas

Me da rabia no haber visto entera Yo, Daniel Blake, una película de Ken Loach, porque lo que diga ahora pierde peso, pero es que a los cuarenta minutos tuve suficiente: caía en maniqueísmos y subrayaba continuamente los moralejismos; vamos, que dudaba de la inteligencia del público en su esfuerzo de asegurar que quedara palmario el «mensaje». Superficialmente era como una película de los Dardenne (que son mis cineastas favoritos) pero en el fondo era todo lo contrario: desprecio por la verdad de los personajes, convertidos en peones de un argumento, olvido de la complejidad de la realidad, falta de amor a la verdad.
El protagonista es un expulsado del sistema, un obrero de baja al que torea la Administración exigiéndole que haga todas las gestiones en línea, él que no tiene internet, y cerrándole las puertas cada vez que se cabrea, más por desesperación que por mal carácter. Yo le cogí mucha simpatía, porque me vi reflejado en esas «derrotas por pataleta».
Yo estoy con los de la pataleta. Pero cada vez hay más que no creen en nada pero respectan religiosamente la maraña burocrática: es el imperio de las formas. Es de ver cómo se saben los reglamentos algunos de mi Facultad. Lo gracioso (y lo triste) es cuando alguien tira la mesa o rompe el tablero: entonces se asustan, pero sólo hasta que alguien vuelva a ponerlo todo en orden y vuelva a haber reglamentos.
El ultracentrismo es también eso. Es como los que reclaman ahora «diálogo» en Venezuela, esa actitud de la UE que me da tanto asco: anda, iros a pastar.

3 comentarios:

  1. Al que es competente...¡¡la legislación vigente!!

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  2. ...y no es la tiranía, sino la mascarada de las formas orientada a maquillar la incompetencia de esos «tiranos»

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