Estoy ya con el segundo volumen de la Autobiografía de Arthur Koestler (ahora hay una edición en un solo volumen). Mira que había oído veces hablar de El cero y el infinito y acabé leyendo estas memorias porque me encontré en el bibliotroco [es una palabra-engendro para definir la mesa donde dejan libros en mi Facultad para que los coja quien quiera: troco=cambio].
Qué personaje. Yo le cogí cariño cuando me lo encontré en una foto (es el de la izquierda, el otro es Robie Macauley) en la wikipedia con una jovencísima Flannery O'Connor.
Es otro de esa línea de escritores centroeuropeos que intentan explicarnos y explicarse qué narices pasó en esas primeras décadas del siglo XX. Él es húngaro, judío, pero como todo esos que digo (me acuerdo ahora de Zweig y Canetti, que por cierto odiarían verse citados juntos aquí) tiene una increíble capacidad para escribir, vivir aventuras y pasar por distintos países hablando lenguas diferentes.
Koestler se nos presenta vulnerable, entre los extremos que denomina horrar, el horror arcaico, una sensación de falta de apoyo que le dominaba, criado con poco amor y solo, y al que se resistía con bapán (=barón en el pantano), como el barón de Munchhausen, que salió de un pantano a base de tirarse del pelo para arriba. Quizá eso es lo que más me fascine de él, ver que con esa sensación de soledad tenga esa capacidad de tirar para adelante. Yo, que siempre he estado rodeado de cariño y siempre he tenido motivos y ayuda para seguir, le admiro un montón por su echarse palante.
A la vez, cuenta cómo se va disparando en el pie cada vez que tiene una posibilidad de acomodarse, de instalarse. Por ejemplo, tira su cartilla de clases de la Universidad cuando le quedaba poco para acabar y se va a Palestina, a experimentar el ideal sionista. Cuando vuelve y acaba en un buen puesto de periodista en Berlín va y se hace comunista y termina yéndose a la Unión Soviética. Por cierto que la descripción que hace de los años de Weimar me ha impresionado mucho, con un centro socialdemócrata tambaleándose, el capitalismo en crisis y a la vez el ideal soviético considerado por muchos como modélico, todavía no manchado. Y el nazismo empezando a dominarlo todo.
A mí sobre todo leer lo que cuenta me da una gran sensación de sinceridad. O es un genio de la autobiografía o es que lo que cuenta lo cuenta muy de verdad.
La pena es que, habiendo rechazado el comunismo, le quedó una prevención contra el catolicismo, que mete en el bloque de los sistemas cerrados que conoció, el comunismo y el psicoanálisis.
Veremos la segunda parte.
Qué personaje. Yo le cogí cariño cuando me lo encontré en una foto (es el de la izquierda, el otro es Robie Macauley) en la wikipedia con una jovencísima Flannery O'Connor.
Es otro de esa línea de escritores centroeuropeos que intentan explicarnos y explicarse qué narices pasó en esas primeras décadas del siglo XX. Él es húngaro, judío, pero como todo esos que digo (me acuerdo ahora de Zweig y Canetti, que por cierto odiarían verse citados juntos aquí) tiene una increíble capacidad para escribir, vivir aventuras y pasar por distintos países hablando lenguas diferentes.
Koestler se nos presenta vulnerable, entre los extremos que denomina horrar, el horror arcaico, una sensación de falta de apoyo que le dominaba, criado con poco amor y solo, y al que se resistía con bapán (=barón en el pantano), como el barón de Munchhausen, que salió de un pantano a base de tirarse del pelo para arriba. Quizá eso es lo que más me fascine de él, ver que con esa sensación de soledad tenga esa capacidad de tirar para adelante. Yo, que siempre he estado rodeado de cariño y siempre he tenido motivos y ayuda para seguir, le admiro un montón por su echarse palante.
A la vez, cuenta cómo se va disparando en el pie cada vez que tiene una posibilidad de acomodarse, de instalarse. Por ejemplo, tira su cartilla de clases de la Universidad cuando le quedaba poco para acabar y se va a Palestina, a experimentar el ideal sionista. Cuando vuelve y acaba en un buen puesto de periodista en Berlín va y se hace comunista y termina yéndose a la Unión Soviética. Por cierto que la descripción que hace de los años de Weimar me ha impresionado mucho, con un centro socialdemócrata tambaleándose, el capitalismo en crisis y a la vez el ideal soviético considerado por muchos como modélico, todavía no manchado. Y el nazismo empezando a dominarlo todo.
A mí sobre todo leer lo que cuenta me da una gran sensación de sinceridad. O es un genio de la autobiografía o es que lo que cuenta lo cuenta muy de verdad.
La pena es que, habiendo rechazado el comunismo, le quedó una prevención contra el catolicismo, que mete en el bloque de los sistemas cerrados que conoció, el comunismo y el psicoanálisis.
Veremos la segunda parte.
Definición del concepto "tirar para adelante": situación existencial en la que se encuentra un ser humano cuando entre la pena y la nada, elige la pena
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