De la entrevista a Gregorio Luri que elogié todo lo que pude aquí ayer hay dos cosas que me gustaría poder preguntarle para que me las explicara en detalle.
Una es su insistencia en el STEM (Science, Technology, Engineering, Mathematics) como el centro de la educación. No sería algo que me quitase el sueño, la verdad: si en la enseñanza solo se impartiese STEM, no estarían con pijadas de asignaturas de adoctrinamientos contemporáneos o de lenguas de identidades problemáticas. Al menos los alumnos sabrían programar, ya que no supieran leer.
Lo que me lleva a la otra, a la cuestión de la lectura. Le agradecí mucho hace unos años cuando me remitió a un prólogo de una obra de Nietzsche donde animaba a la lectura lenta. En la entrevista parte de la cuestión de la atención. La lectura ahí, para escuchar «con mis ojos a los muertos» (pero, eh, «con pocos pero doctos libros juntos») se entiende dentro de la gran conversación de Occidente desde Grecia. Por ahí, sin problema: Homero, Platón, sí.
Lo que me descolocó fue el otro argumento ejemplificado en la mención a Salgari y Stevenson como ventanas al mundo: aparte de que a ninguno de los dos los tengo en mi podium de libros infantiles, la cuestión de meterse en la lectura para vivir otras vidas es algo que ya no me convence mucho como argumento. O quizá es que le he perdido el respeto al mantra de «leer es bueno». Así, en general. leer cualquier cosa, especialmente los libros que los niños leen ahora en las escuelas (o los que van a empezar la Universidad: aquí en Galicia, que tienen que leer mierdas como Crónica de una muerte anunciada), no lo veo como algo bueno. Si leer es eso, mejor dedicarse al STEM.
El correlato audiovisual es mejor: al menos eso es lo que piensan todas las generaciones que fueron educadas en la adoración infantil a la lectura y que descubrieron, cuando pudieron elegir, que preferían las imágenes a esos libros que les colocaban sus padres.
Me parece que hay una gran hipocresía: se insiste en la importancia de la lectura y a la vez, en la práctica, ha dejado de tener importancia a nivel masivo. Yo me veo infectado del virus, he de reconocer, así que tampoco tengo una solución. Lo que no haré ya nunca es «animar a leer» y mucho menos «animar a la lectura».
Una es su insistencia en el STEM (Science, Technology, Engineering, Mathematics) como el centro de la educación. No sería algo que me quitase el sueño, la verdad: si en la enseñanza solo se impartiese STEM, no estarían con pijadas de asignaturas de adoctrinamientos contemporáneos o de lenguas de identidades problemáticas. Al menos los alumnos sabrían programar, ya que no supieran leer.
Lo que me lleva a la otra, a la cuestión de la lectura. Le agradecí mucho hace unos años cuando me remitió a un prólogo de una obra de Nietzsche donde animaba a la lectura lenta. En la entrevista parte de la cuestión de la atención. La lectura ahí, para escuchar «con mis ojos a los muertos» (pero, eh, «con pocos pero doctos libros juntos») se entiende dentro de la gran conversación de Occidente desde Grecia. Por ahí, sin problema: Homero, Platón, sí.
Lo que me descolocó fue el otro argumento ejemplificado en la mención a Salgari y Stevenson como ventanas al mundo: aparte de que a ninguno de los dos los tengo en mi podium de libros infantiles, la cuestión de meterse en la lectura para vivir otras vidas es algo que ya no me convence mucho como argumento. O quizá es que le he perdido el respeto al mantra de «leer es bueno». Así, en general. leer cualquier cosa, especialmente los libros que los niños leen ahora en las escuelas (o los que van a empezar la Universidad: aquí en Galicia, que tienen que leer mierdas como Crónica de una muerte anunciada), no lo veo como algo bueno. Si leer es eso, mejor dedicarse al STEM.
El correlato audiovisual es mejor: al menos eso es lo que piensan todas las generaciones que fueron educadas en la adoración infantil a la lectura y que descubrieron, cuando pudieron elegir, que preferían las imágenes a esos libros que les colocaban sus padres.
Me parece que hay una gran hipocresía: se insiste en la importancia de la lectura y a la vez, en la práctica, ha dejado de tener importancia a nivel masivo. Yo me veo infectado del virus, he de reconocer, así que tampoco tengo una solución. Lo que no haré ya nunca es «animar a leer» y mucho menos «animar a la lectura».
Querido Ángel
ResponderEliminarGracias a las preguntas que nos formulan los demás vamos perfilando nuestras intuiciones. El diálogo fructífero, a mi modesto entender, no es el que acaba en un acuerdo -y menos en un consenso-, sino el que permite dar nitidez a las diversas posiciones de los dialogantes, es decir, el que aclara las diferencias.
Vamos allá.
1) Sobre las/el STEM. Yo no insisto tanto en ellas como en la necesidad de dar forma a un humanismo STEM. Lo que intento -estoy colaborando con algunos colegios abriendo camino en esta dirección- es concebir la alfabetización como una introducción a los que considero que son los tres lenguajes básicos: el natural, el matemático y el musical. Las matemáticas o la música son dos lenguajes y si no se dominan no se entiende nada de lo que en nuestro mundo se expresa con ellos. Creo, además -recuerda el famoso cartel de la Academia de Platón- que el humanismo algo tiene que ver con lo que hay de común en estos tres lenguajes. Se trata, pues, de saber leer y no tanto de saber programar.
2) El prólogo de "Aurora", ¡qué gran texto!
3) Salgari y Stevenson fueron mis puertas de entrada al mundo de los libros. Mi deuda con ellos es enorme, pero entiendo perfectamente, que las deudas biográficas son personales e intransferibles. Yo leía a Salgari y me iba con sus imágenes a la cama. Cada pliegue de las sábanas y de las mantas era un paisaje heroico, un mar enfurecido, montañas y desfiladeros. Te confesaré, sin embargo, que he evitado volver a leer a Salgari, para preservar mi agradecimiento del influjo de una segunda lectura. Con Stevenson es otra cosa. Recuerdo una visita a su casa en Escocia. En la recepción no había nadie. Tosí, hice ruido, apreté timbres. No apareció nadie. Y decidí hacer el recorrido yo solo, con la sensación de ser un intruso. Allí, en el silencio de aquella casa, encontré al Stevenson que navega por mares lejanos, viviendo pausadamente para soñar tempestades y encuentros peligrosos. En el hechizo de la normalidad de una familia feliz, un padre de familia atento construía literariamente bucaneros. Stevenson es para mí el símbolo del buen conservador. Sus novelas son grandes obras morales en las que siempre se realza el valor de la costumbre, de la palabra dada, del vínculo… A Stevenson, como a Melville, volveré siempre y siempre sabré que no lo decepcionaré.
5) Acabo de escribir un artículo para un medio colombiano que comienza así: "Hay dos clases de libros: Los que comenzamos a leer temiendo que nos defrauden y los que comenzamos a leer temiendo defraudar al autor. Estos últimos son los que merecen verdaderamente la pena. " Yo tampoco le tengo ningún respeto reverencial ni a cualquier lectura ni a cualquier libro. Por eso reivindico una didáctica de la literatura, y no meramente de la lectura,
6) Te considero un gran animador a la lectura. Me limitaré, para demostrarlo, a recordar los apuntes de tus clases sobre diferentes obras de Homero y Platón que nos traías a este blog. Y te lo agradezco. Más aún, te pediría -si no e mucho pedir- que reincidas.
Quizá me llevé a engaño con lo de STEM, reduciéndolo a programar (uno de los mantras actuales).
ResponderEliminarSobre la lectura estoy ahora dándole muchas vueltas porque de septiembre a diciembre leeremos en clase la Ilíada, la Odisea, Hesíodo y los líricos arcaicos, nada menos.
Eché mucho de menos dejar las matemáticas en 2º de BUP. Toda mi vida he lamentado no haber estudiado nada de música
Pues, aunque solo sea por incordiar, me voy a permitir sugerirte un libro: Daniel Mendelssohn, "An Odyssey. A Father, a Son and an Epic" (Knopf, 2017). Hay edición francesa (Flammarion) y creo que habrá española.
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