Esto dice Newman en La fe y la razón:
La razón, según la idea más sencilla que podemos dar, es la facultad de obtener conocimientos sin percibirlos directamente, o de averiguar una cosa por medio de otra. De este modo, a partir de un comienzo modesto puede crear para sí misma un mundo de ideas que corresponden o no a las cosas que representan o que son verdaderas o falsas, según la razón las haya tratado correctamente o no. Un solo hecho puede bastar para toda una teoría; un solo principio puede crear y sostener un sistema; un síntoma difícil de percibir es la pista clave para un gran descubrimiento. La mente fluctúa de acá para allá, se extiende y avanza con una rapidez que es proverbial y con una sutileza y versatilidad que desconciertan a quien la investiga. Va pasando de un punto a otro y llega a cada uno de ellos mediante cierto indicio o basándose en cierta probabilidad o valiéndose de una asociación de ideas o echando mano de una ley ya conocida o aferrándose al testimonio recibido o confiándose a una impresión entonces en boga o a algún instinto recóndito o a un obscuro recuerdo. Y así va avanzando como el escalador de un precipicio muy escarpado, que asciende con rápida mirada, mano ágil y pie firme, sin que él mismo sepa cómo, más por su práctica y sus dotes personales que por ninguna norma, sin dejar huella e incapaz de explicárselo a otro. No es exagerado decir que los puntos de apoyo y el conjunto de movimientos y precauciones mediante los cuales los grandes genios escalan las montañas de la verdad son tan inseguros y precarios para el común de los hombres como la subida literal de un diestro montañero por un despeñadero. Camino que sólo ellos pueden emprender y cuya demostración radica en el éxito que consiguen. Ésta es la manera principal de razonar que tienen en común todos los seres humanos, dotados o no dotados: no lo hacen mediante una norma, sino por una facultad interna (307-308).
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