martes, 20 de marzo de 2018

Canetti 2

Que admire hasta grados superlativos el estilo literario de las Memorias de Elias Canetti no quiere decir que le tenga que admirar como persona. A mí me da escalofríos el rigor con el que escribe, que le lleva a contar cosas que no son precisamente positivas para él. La peor, seguramente, sus continuas infidelidades a su mujer, Veza (se llamaba Venetiana Täubner-Calderón, de orígenes españoles, como él), de la que escribe esto tan bien escrito, aunque no exactamente halagador:
El secreto de Veza estaba en su sonrisa. Era consciente de ella y podía convocarla, pero cuando hacía su aparición ya no era capaz de revocarla; la sonrisa permanecía y daba la impresión de ser su verdadero rostro, cuya belleza engañaba mientras no sonriera. A veces cerraba los ojos, al sonreír, y sus negras pestañas se abatían hasta rozarle las mejillas. Entonces parecía observarse desde dentro, utilizando su sonrisa como lámpara. La imagen que veía de sí misma era su secreto, pero aunque se lo guardara, uno se sentía excluido de su mundo. Su sonrisa, un arco rutilante, llegaba desde ella hasta el observador. Nada hay más irresistible que la tentación de hollar el espacio interior de un ser humano. Cuando se trata de alguien que sabe utilizar muy bien sus palabras, su silencio aumenta la tentación al máximo. Nos lanzamos a recoger sus palabras en espera de encontrarlas detrás de su sonrisa, donde aguardan al visitante (551)
Yo quería leer más memorias de Canetti, pero sólo hay un volumen de textos fragmentarios, Fiesta bajo las bombas, de recuerdos de sus años en Inglaterra, donde huyó cuando los nazis ocuparon Austria. Ahí se muestra mucho más que en los otros libros: en lo político con filias y fobias bastante ridículas (Thatcher para él es el anticristo, y con ella todos los que la ven con simpatía), en lo poético detestando a Eliot (lo puedo entender) y en lo moral contando sus líos varios. El retrato que hace de Iris Murdoch, de la que fue amante, es de las cosas más demoledoras que he leído. No parece que se esté cebando, pero la deja a la altura del betún.



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