Los árboles portátiles, una imagen a la que le saca mucho partido (Juaristi es un genio también de los títulos) trata del viaje de varios popes de la intelectualidad francesa a América en 1941. Yo a Juaristi le leo todo. A veces es más aburrido (por ejemplo en su Autobiografía, más bien fallida), pero siempre aprendo una barbaridad con él, que es un escritor descomunal, dueño de todos los recursos en grado superlativo.
Leí una reseña de uno al que le resultaba muy molesto el tono del libro, un ensayo que podríamos calificar sin problemas de sesudo y erudito pero que está lleno de chistes (algunos conscientemente malos), referencias autobiográficas y digresiones más eruditas todavía.
Comprendo que no sea un libro para todo el mundo, pero a mí me ha interesado muchísimo y en algunas partes creo que lo he leído hasta sin respirar. Algún problema de riego me ha debido de quedar como secuela, pero es que tenía la boca abierta leyendo sobre los gabinetes artísticos decimonónicos o sobre las divisiones políticas de los judíos franceses en el siglo XIX y se me olvidaba cerrarla, asombrado ante tanta interesantísima erudición, que acababa enlazando a Claude Levi-Strauss con Tintín o recuerda que las ferias en Bilbao son «las barracas» (en Burgos decíamos lo mismo) o va introduciendo comentarios de texto incisivos y felices.
A mí el surrealismo como movimiento no me interesa nada. En realidad lo detesto, en literatura y en arte, pero aquí me he tragado un montón de páginas sobre André Breton. También el estructuralismo me queda lejos, aunque era el movimiento rey cuando yo estudiaba. Y lo que cuenta de Levi-Strauss es también muy aleccionador. Eso es el libro, irse a los primeros años cuarenta y ver a los popes estructuralistas, surrealistas, marxistas de varias obediencias cociendo lo que seguimos padeciendo a diario.
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