Lo he disfrutado mucho, es un gran libro. No sé si mis peculiaridades biográficas favorecen que me haya gustado tanto, supongo que sí. Por ejemplo me sentí muy bien explicado en esta explicación que él da de su vocación:
es la sensación maravillosa de estar uno en el exacto lugar en el que el Señor quiere que esté uno, mísero y todo: en el camino para el que uno nació (46).Y en paralelo, esto que dice al hablar de que, mientras trabajaba en el proceso de san Josemaría, leyendo testimonios sobre su heroicidad, se le empañaban los ojos:
.
Nada, nada en este mundo es tan emocionante como la santidad (69).En otro lugar dice que la frase de Bloy ("Hay una gran tristeza en el mundo, no ser santo") le había impresionado ya desde muy joven. En esta entrevista a propósito del libro, habla de lo que debe a Bloy, también en su predicación. Y me parece evidente también en su poesía.
Por seguir en la misma línea, me consoló mucho, a propósito de lo difícil que es estar realmente atento a lo que pasa en la Misa:
sólo en el cielo sabremos lo que estamos haciendo al celebrar la Misa. Pero me ayuda un pensamiento muy consolador: puedo distraerme yo, pero Cristo Sumo y Eterno Sacerdote no se distrae en Misa, ni tampoco los miles de ángeles en torno al altar (97).Mientras, he estado leyendo la antología que hizo Enrique (aquí tenéis una introducción suya, con una selección de poemas), disfrutándola otra vez mucho (en Iberlibro quedan ejemplares). Allí, este poema (de Poemas dogmáticos):
CONFESIÓNHay un sitio donde tienen colgado su Libro de la Pasión, (aunque sin respetar los saltos de verso, que es mucho no respetar). Quizá sea mejor comprar el libro, reeditado hace poco.
Diez años estudié con los filósofos
grandes y pequeños, griegos y alemanes.
Y cuanto más cavilo, más
catecismo
de los hermanos
de las escuelas
cristianas.
Leyendo los poemas de Ibáñez Langlois que Enrique García Máiquez cita en el enlace que ha puesto usted, me pregunto si son realmente poemas. Los cortos "desplegados" en prosa se tranforman en aforismos, que recuerdan a los de Nicolás Gómez Dávila:
ResponderEliminar"No hace más que comer y fornicar. Con todo, no es un cerdo: tiene un don superior que lo redime: sus ideas. Aunque su alma se pudra sus ideas avanzan por la historia. La historia absolverá sus defectillos porque es hombre de ideas a-van-za-das."
"El postmoderno es un perfecto imbécil que vino al mundo en una época de sonido y furia y lo celebra con una tremenda gracia personal."
"Para Dios lo mejor. Arrebato a la especie los varones más fuertes, las hembras más hermosas. Que el Espíritu Santo los convierta en sus templos y el rebaño de imbéciles los llore por las plazas."
Los más largos, en textos que recuerdan a Bloy:
"Terroristas del mundo, alucinados, drogadictos, pilotos de la muerte, pervertidos de la profunda noche: habéis equivocado los caminos.
En Dios está el terror y la violencia y la gloria y el sexo y la ignominia. En Dios está la ciencia y la locura y el fruto prohibido y el horror.
Venid, adoradores, al peligro y a los vértigos de su santo rostro."
Curiosa experiencia la de cambiarle la forma a un texto. Y surgen las preguntas: ¿qué es y qué no es poesía? ¿Cuál es la diferencia entre un verso y un aforismo?
¿El poema necesita una dosis de misterio que no hay en los de Ibáñez Langlois (cosa normal, titulándolos "Poemas dogmáticos")? ¿Misterio en "la forma" cuando no lo hay en "el fondo"?
García Máiquez, que es a la vez poeta y aforista, además de antólogo de Ibáñez Langlois, quizás podría responder a estas preguntas.
No sé si pueda servir como respuesta una frase de Gabriel Ferrater que, en mi opinión, tiene más miga de la que parece. Dice Ferrater: "Un poema ha de tener al menos tanto sentido como una carta comercial". Y, por si quedaran dudas, añade: "Lo cual excluye un porcentaje considerable de la poesía que se escribe". Recalco lo de "al menos"; quiere decir, entiendo, que un poema debe tener eso y, de ser posible, algo más; nunca menos.
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