A estas alturas, mis hermanas nos van ganando: tres partidas a dos.
La última que jugamos -la más emocionante- la ganamos nosotros por los pelos. Yo creo que teníamos grandes posibilidades de ganar otra partida -la del empate-, pero no hubo más tiempo. Aunque no estoy del todo seguro, porque el problema es que les dije que alguno me había hablado bien de estos relatos de parchís y ahora mis hermanas tienen todavía más motivos (la gloria vana de este reducto cibernético) para seguir queriendo ganarnos a mi madre y a mí, pobres corderillos de sus ataques coordinados.
Yo creo que la clave -estuvimos teorizando sobre ello estos días- es que tienen mentalidad de killers y mi madre y yo no, o no del todo: la cosa es que nos despistamos, nos quedamos en lo particular y al final -si no vienen muy bien dadas las suertes del azar de los dados- nos enredan en sus estrategias y nos acaban mandando nuestras fichas en masa a casa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario