Salimos de O Carballiño, camino de Ribadavia. Había un cartel a san Cibrao de Las y me quiso sonar a algo y decidimos ir allí. Nos encontramos con un Centro de Interpretación (muy mal rollo me da eso) y estuvimos a punto de no entrar, pero mis hermanas se decidieron al final y fuimos.
Resultó ser el castro más espectacular que haya visitado nunca (a la altura, pero distinto, del de Baroña y el de Santa Tecla), por tamaño y ubicación.
Pero hoy pondré solo fotos de las plantas y el paisaje, memorables:
Había montones de helechos:
Me fijé en esas plantas como de espuma. Mi madre nos dijo que las había iguales en su pueblo:
Aunque el castro hubiera sido una birria, no hubiera importado: tan maravilloso fue el paseo por aquella colina que daba al valle del Miño
Ay, ay. El otro día Tuy y ahora Santa Tecla. No voy a poder leer tu blog sin que se me encoja el corazón y se me llenen los ojos de lágrimas. Qué malo es el exilio.
ResponderEliminarYa verás, si lo miras varias veces, te llegará a parecer normal. A todo se acostumbra uno. Los ancianos de Santiago de toda la vida dicen Conjo y a mí me choca de primeras, pero luego hasta me suena normal y todo.
EliminarEl tamaño de las fotos da idea de tu impresión, sin duda. Piensa que parecen tener el tamaño de un libro de cantos gregorianos, sin exagerar.
ResponderEliminarUn abrazo
Las iba a poner en pequeño, pero se perdía todavía más el color. Me dio rabia y las dejé así de grandes, a ver si así conseguía que se viera lo bonito que era aquel campo en torno al castro.
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