Al final acabé yendo a votar. Sigue siendo una tortura el decidirme a no «no-votar», porque me agoto en disquisiciones sobre malminorismos entre partidos con variaciones socialdemócratas más o menos acusadas (y no hablemos de las variaciones menores en la casi general defensa de la aldea primigenia ludita, regida por intercambios de "dones no monetarios") o en quedarme en una situación a-política, cuando me paso el día leyendo cosas sobre Platón y la ciudad.
Al menos era un día de los bonitos de Santiago: sol pero sin calor y con nubes pasando, aire (pero no viento), gente por las calles, pero no tanta.
[vi esta ventana de la iglesia de san Francisco y le hice una foto]
En la plaza de la Inmaculada, la banda de música de Rianxo tocaba canciones de repertorios decimonónicos más o menos pasodoblísticos, zarzueleros o regionalistas.
Me senté: era muy bonito ver a los músicos, unas chicas bien jóvenes y serias, unos chicos con gafas de sol de macarra pero atentos a sus instrumentos, algunos músicos mayores por el medio.
No sé cómo decirlo, ni sé exactamente la razón, pero la música nos salva, les salva a ellos también, o hace más llevadero todo lo malo o desagradable de la vida. Bueno, a algunos. En general ahora se oye más que se escucha música.
ResponderEliminarUn abrazo
Me encanta la foto de la ventana.
ResponderEliminar¡ Ojú, las elecciones...!