En Burgos el viernes, volvimos a jugar al parchís (había afán de revancha por una derrota reciente que no dejé constatada en este blog: tanto me dolía*).
Fue una derrota tremenda de mi madre y mía. Y la partida siguiente, todavía acabó peor.
Para más recochineo, Eva estuvo haciendo a la vez bizcochos (uno de chocolate, uno normal y otro integral -sí, tan bajo hemos caído: estaba bueno, though).
Yo tengo que reconocer que no estuve a la altura: dejé en momentos clave mis fichas desvalidas, como corderitos prestos a ser devorados por el afán depredador de mis hermanas.
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*En cambio: esta fue una gran victoria nuestra; y esta, otra. Otra derrota nuestra sin paliativos, aquí.
¡Llevas una vida épica, entre grandes batallas!
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