La Residencia Burgo das Nacións, con forma de U:
(fotos desde los baños de mi Facultad: excelente vista de la ciudad al fondo)
El Burgo era un albergue de peregrinos masivo, de cuando en los sesenta empezó a explotar el fenómeno de la peregrinación a Santiago. Luego hicieron (principios de los noventa) esta residencia universitaria, mi Facultad y el Auditorio de Galicia.
La residencia es un edificio de aires nórdicos -muchos ventanales, tejados metálicos- y muchas puertas por todas las esquinas, pero la principal es esta, que a mí me parece fascinante (para intentar lucirme describiéndola):
Esto es el brazo largo.
Otra foto, pero la tapan los árboles:
Por dentro es un poco soviético, sí:
Esto es el lateral:
Y esto es lo que llamaría «organicista», o no sé si tecnológico. Es muy noventa (creo):
Pero lo que veo más destacado, ya digo, es la entrada:
Parece tener un propósito antimonumental: no hay columnas y un tímpano, es una entrada descentrada y con estética de ruinas (y es el único lugar del edificio con bloques de granito) o quizá de máquina, con un aire ¿high tech?
Supongo que se trata de lograr un difícil equilibrio entre la transmisión de una idea antijerárquica (esa residencia está marcada por la idea de «libertad», de independencia - lo más contrario a lo que sería un college tradicional de Oxbridge) y el deseo de transmitir, al menos en una entrada, una idea de monumentalidad, de que aquello (habitaciones independientes para los nuevos ciadadanos sin ataduras) en realidad forma una unidad, por muy mínima que sea.
Recuerdo que cuando vivía en el Colegio Mayor Gelmírez, en los ochenta, no teníamos demasiada buena relación con los burgueses, cuestión de prejuicios, supongo.
ResponderEliminarCuando alguna vez salía por la noche y me encontraba cerrada la portería colegial, me aventuraba por allí y pasaba la noche en la esquina de alguna habitación vacía, muerto de frío y rogando que no viniera nadie. Después, me acercaba hasta una panadería en Vista Alegre, me comía un bollo recién hecho y me iba hacía el colegio sigilosamente, esperando que el Hermano Marcelino no estuviera vigilando el regreso de los noctámbulos.
— Juan José, ¡no me lo esperaba de ti!
— Perdón, hermano.
— Sube, anda, ya hablaremos mañana.
Qué buen relato. Las complejidades de la vida colegial y los rigores de la marcha nocturna.
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