16.7-10 A Patroclo, lloroso por la suerte de los griegos, Aquiles lo compara a «una niña / tierna que corre junto a su madre y le manda que la coja / agarrándole el vestido, y la estorba en sus prisas / y envuelta en lágrimas la mira para que la levante en brazos».
16.20 El poeta se dirige a Patroclo (y en 16.584, 16.692, 16.744, 16.754, 16.787): solo le ocurre eso a él y a Menelao. 16.46-7 A Patroclo lo llama insensato: su destino es suplicar para sí mismo la muerte.
16.90 Aquiles le exhorta a volver cuando haga retirarse a los troyanos, sin querer avanzar hasta los muros de Troya (porque además le puede quitar la gloria de esa conquista al propio Aquiles).
16.156-61 Los mirmidones como lobos que tras matar a un ciervo tienen las mejillas enrojecidas por la sangre y van a una «fuente de negro caudal, para lamer con sus tenues lenguas las negras aguas de la superficie».
16.250 Zeus oye la plegaria de Patroclo y le concede gloria en la batalla, pero no la vida.
16.385 Un caso llamativo (y aislado) de Zeus como garante de la justicia: manda la tormenta para mostrar su ira contra los hombres que dictan sentencias torcidas.
16.440 Críticas a los intentos de Zeus (que ya en 15.67 había anunciado esa muerte) de salvar a su hijo Sarpedón.
16.582-3 Patroclo, el gavilán que pone en fuga a grajos y estorninos (también en 17.755-7).
16.599 Despojar un cadáver como modo de ultrajarlo, no solo por cuestiones de ganancia económica.
16.655 Héctor, sin más, se da a la fuga (la balanza de Zeus en contra).
16.685 Error o culpa de Patroclo: "grave falta" (μέγ' ἀάσθη se ofuscó grandemente): superar sus límites.
16.740 A Cebríones, por el golpe de la piedra en la cabeza, se le caen –literalmente- los ojos al suelo.
16.793-801 A Patroclo Apolo le quita el morrión, le rompe la pica, se le cae de los hombros el escudo y queda inerme -literalmente- para que le ataquen Euforbo y Héctor.
16.851-4 Los moribundos profetizan: Patroclo a Héctor.
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