Salimos de Betanzos entre la lluvia. En Pontedeume ya no llovía: íbamos todos -también yo, tras 14 años en Galicia ya, ay- a conocer las fragas del Eume.
Fue como un sueño: una carretera estrecha en un túnel de árboles hasta Caaveiro. Un río de brillos grises plata, laderas de monte pronunciado cubiertas de árboles hermosos (y si te fijabas más, manchas de eucaliptos -en la foto, a la izquierda- estropeando el tapiz: qué manía les cogí ahí):
Cuando termine las Cartas de FOC voy a releerLa fraga de Cecebre. Gracias.
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