miércoles, 14 de mayo de 2014

Vanaglorias del mundo: los fantástigos. Y el ir a ferias como santidad

S. Juan de Ávila* sobre la vanagloria:
¿Y soberbia de vida? Fausto de vida. ¡Aun si no lo supiésedes qué es fausto de vida! Las amas que os acompañan, los trajes de vestidos y invenciones demasiadas, las muchas camas de arreo, los tapices, los muchos mozos y caballos, regalo de cuerpo, cobdicia de tener hacienda: soberbia de vida. (209 l 241-245) (…) «Honra y descanso». Dos quiciales con que se revuelven las puertas de los malos. Por esto van a Indias, van a guerras, pasan la mar, rodean el mundo: por tener honra y descanso. (l. 263-265)

¿De dónde pensáis que está el mundo perdido, sino de este fausto de la vida, y por esta soberbia y vanidad? De aquí viene que no podéis manteneros, ni podéis casar a vuestras hijas. Y una por esta causa se os va por ahí perdida; a otra metéis en un monesterio: por fuerza metéisla en la cárcel. Y de aquí viene que como el hijo no ve que el padre le puede ayudar, se va por ahí perdido. Y otras por no se atrever a mantener estas locuras, no se osan casar; otros por cumplirlas hacen mil pecados mortales. De aquí viene que falta siempre para rescatar captivos; y muchos, por no rescatarlos, reniegan de la fe. ¿Empleáislo en esto? Falta a lo otro. ¿Por qué tanto para gastar en el mundo? (217 l. 180-190)

Como el mundo tiene los principios sabrosos, de ahí veréis que es la causa esa por que mucha gente sigue al mundo por la apariencia. Vernán los dejos y allí veréis el llorar, el arrepentir, el conocer cómo iban engañados. No solamente el mundo es malo, mas engañoso; porque siendo amargo dice que es deleitable; siendo breve, dice que es largo; y siendo sombra, dice que es cuerpo; y siendo nada, dice que es mucho. ¡Y el negro mal es que lo creemos! ¿Quién hará creer a un mancebo que la vida es breve, quien no piensa de morir en mil años? ¿Y quién hará creer a un avariento de mucha hacienda que aquello que ama que no es nada? ¿Quién hará conocer a un fantástigo que es aire su fasto y honra? Están satisfechos de sus carnalidades y venalidades, tienen sus leyes tan canonizadas y estimadas que no habrá entendimiento humano que otra cosa les haga entender. (226 l. 148 – 227 l. 166)
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Pero hablaba a cristianos normales, que podían caer en tonterías espiritualistas. Y va y les dice que en el acto moral lo más importante es el fin. Ganar dinero (='ir a ferias') para cuidar a los hijos es algo bueno, no solo eso es 'ir a la iglesia':

213 l. 63 214 l. 72 El fin da especie a la obra. Baptiza ese ayuno o esa limosna y ponelde por nombre vanagloria. Dijo Aristóteles: «Quien hurta por adulterar, más es adúltero que ladrón; y quien adultera por hurtar, más es ladrón que adúltero [EN 1.5]». Yo cobdicio hacienda y la busco para mantener a mis hijos y para los casar, para que sirvan a Dios: esa no es cobdicia, sino obediencia de Dios. El trabajar, el cobdiciar con ese intento es servir a Dios. Dadme que el intento de granjear y negociar sea limpio: que el ir a ferias con este intento llamadle ir a la iglesia.

*Lecciones sobre la primera canónica de san Juan (I) [en Obras Completas de san Juan de Ávila, II ed. L. de Sala Balust y F. Martín Hernández, BAC, Madrid, 2001, 118-343

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