Otra semejanza que existe entre el estado de Adán en el paraíso y el de los niños es que los niños se salvan no por sus deseos y hábitos de obedecer, ni por su fe y obras, sino por la influencia de la gracia que confiere el bautismo. Pues en Adán Dios «insufló en sus narices aliento de vida, y el hombre se convirtió en un ser vivo» (Gn 2,7). Bien diferente es nuestro estado después de la caída: ahora adquirimos nuestra rectitud moral a base de pruebas y de disciplina. ¿Qué significa esto?; pues que la adquirimos a base de pecado, de dolor, de ir corrigiéndonos, de ir mejorando. Avanzamos en dirección a la verdad por medio de la experiencia en el error: triunfamos gracias a nuestras equivocaciones. No sabemos qué es lo que está bien hasta haberlo hecho mal. Decimos que la virtud es un medio -esto es: consideramos que es algo que está en medio de aquellas cosas que están mal. Sabemos lo que está bien no de forma positiva, sino negativa. No vemos la verdad a la primera, ni nos dirigimos hacia ella, sino que caemos y erramos y volvemos a intentarlo y nos damos cuenta de lo que no es la verdad. Avanzamos a tientas, sin ver, y en nuestra existencia miserable agotamos todos los modos de actuar posibles hasta que no queda ninguno que no hayamos probado, de manera que solamente queda lo que es verdad. Ese el proceso que nos lleva a conseguir algo. Caminamos hacia el cielo yendo de espaldas; todos disparamos flechas hacia un blanco pero nos parece que el mejor arquero es quien menos errores comete.Es de una homilía excepcional: «El estado de inocencia», Sermones parroquiales 5.
Luego me acordé de que coincide con aquello que decía Enrique García-Máiquez el otro día.
Muchísimas gracias por traerme en tan grande compañía.
ResponderEliminarY qué brillante Newman, qué manera de sacarle sentido existencial al "In medio, virtus" aristotélico. La virtud en mitad de nuestros defectos, rodeada. Un pathos heroico que estimula.